En el marco del Sínodo para la Amazonia que está llegando a su culmen estos días, le hemos pedido a Mayte Aguilera, voluntaria de Entreculturas que viajó a Brasil para sumarse al Equipo Itinerante de la REPAM (si no sabes qué es sigue leyendo o pincha aquí) que nos traslade a la Amazonía. Mayte nos lleva con ella a viajar por sus vívidos recuerdos, reflexiones y aprendizajes y nos invita a re-equilibrar nuestra relación con la Naturaleza.
¿Qué representa para mí la Amazonia?
La Amazonia es un bosque tropical, una fuente de diversidad desde el punto de vista biológico y cultural. Constituida por 9 países de Latinoamérica, los cuales comparten leyendas, diversidad de fauna y flora, aromas, sabores…, aunque también está llena de particularidades que la hacen única en el mundo.
En la región amazónica, 400 grupos indígenas hablan más de 300 lenguas diferentes y todas ellas comparten el modo holístico de relacionarse con la Naturaleza.
Como dice mi buen amigo amazonense Carlos Dinelly:
“La cultura Amazónica está interligada en un mundo colorido de una intensa riqueza cultural, aquel que llega es siempre convidado a reencontrarse consigo mismo para poder oír a un pueblo que traduce la voz del Bosque. Se aprende y se enseña en una realidad donde la diversidad de conocimientos convergen en la vida de aquel que forma parte de ese espacio”
Él siempre dice que la Naturaleza es un acto pedagógico en sí mismo y que se precisa de toda una vida para comprender la complejidad que presenta. Ante esa rica pluralidad, nosotros podemos sumar juntos, desde el deseo de construir una humanidad más justa y solidaria.
¿Cómo nace este enamoramiento con Brasil?
Hace 20 años, de la mano de Agustinos Recoletos, voy con un grupo de jóvenes a Marajó (Pará). Desde entonces, quedo interligada a esta tierra que nutre la piel con la humedad de los ríos y donde todos los sentidos se alimentan y gozan de la rica diversidad.
Entiendo que no se ama lo que no se conoce. Por ello, invito a conocer, a salir, a tomar una mochila y abrir la mente hacia nuevas realidades, nuevas formas de vida, nuevos rostros, nuevos espacios. Me dijo Teresa (sobrina del jesuita Fernando López), en los meses precedentes al viaje de este año: “cuando sueñas con un lugar y ese lugar sueña contigo, se terminan encontrando”. Y así fue, un camino de estrellas me llevó de nuevo allí…
Después de 20 años, ¿para qué volver a la Floresta y al Río?
Para aprender, andar despacio, recordar el sentido profundo de la vida y disfrutar del camino…y del río.
Para contemplar la Naturaleza y lo que ella nos enseña. Ella permanece en armonía, sólo muda cuando le agreden desde fuera; pero ella es calma, brota, crece y se regenera día tras día. Nosotros también somos naturaleza viva y precisamos permanecer en ese espacio.
También la lluvia me enseña… A veces, se precisa de una fuerte sacudida para limpiar el terreno, el espacio, el corazón…y luego todo queda más nítido.
Las estrellas me enseñan que el misterio y la belleza siguen estando ahí. Ellas siempre están, lo que ocurre es que la mayoría de las veces las ignoramos.
El río baña en su cauce todo lo que encuentra, regala vida, refresca, riega las raíces de la abundante vegetación, pero también en él hay remolinos que te arrastran y vuelves siempre al lugar de partida. Es entonces cuando te planteas parar, hacer un viaje dentro del viaje de la vida.
Y comienzas a navegar por ríos grandes y pequeños: río Amazonas, río Negro, Solimoes, Madre de Dios, Maués-Açu, lago Coarí, Igapó Grande… y en ese fluir de ríos también voy dejando que mi vida fluya, sin querer amarrarla. “El agua no tiene cabello” decía Rai, y la vida…tampoco.
Las mujeres indígenas me han enseñado mucho. Ellas son fuertes troncos, estables, permanecen con raíces abundantes y bien arraigadas a la Tierra. Con mirada al frente, dispuestas a superar y enfrentar los vientos que la vida les traiga. Con humildad y sabiduría, se muestran seguras y me inspiran…
Mis compañeros de viaje en los meses que he vivido en Amazonas
El Equipo Itinerante me ha acogido con gran cariño durante estos meses de experiencias. También podrían llamarse “Corazón Itinerante”, porque su humanidad y amor por la Floresta y los Pueblos Indígenas se aprecia a cada paso.
El espíritu del Equipo está inspirado en Claudio Perani, jesuita italiano enamorado de esta Tierra y sus gentes. Nos dejó un legado de confianza; él decía: “Anden por la Amazonia y escuchen lo que el pueblo habla…no se preocupen por los resultados, el espíritu irá mostrando el camino. ¡Coraje! Comiencen por donde puedan…”
Agradezco a Marita, Joaninha, Fernando, Paco, Arizete, Rai, Ney, Andry, Gorete, Paulinho, Paulinha, Carlos, Fátima, Vanildo, Paulo y muchos más amigos, que con un corazón tan bondadoso me han regalado un tiempo de sus vidas, una conversación, una mirada, una oración, una canción… Gracias!
De la mano de ellos, he podido conocer diversas comunidades indígenas cercanas a Puerto Maldonado (Perú), Bolivia y del estado de Amazonas (Brasil). Comencé conociendo Iñapari (Perú), triple frontera donde el Equipo tiene una casa de misión; luego viajamos a Bolivia, para conocer la Comunidad Tacana. De allí volamos a Manaos, capital de Amazonas, donde pude conocer el trabajo que el Equipo realiza con la periferia urbana: los grupos de Capoeira, el pueblo de los Waraos (indígenas venezolanos que llegan buscando refugio).
Desde Manaos realicé varias itinerancias con el Equipo, ellos visitan a las Comunidades Indígenas que los solicitan para colaborar en la promoción de los derechos indígenas: Derecho al territorio, a la sanidad y a la educación indígena. Acompaño al Equipo a una audiencia pública en Maués, y desde allí visitamos Vila Nova y Brasileia; después realizamos otra itinerancia a Bom Jesús de Igapó Grande, en el interior de Coarí, donde se había organizado un Encuentro de Formación y Promoción sobre Derechos indígenas. La última itinerancia nos llevará a pasar cinco días en barco por el Río Amazonas, llamado Solimoes en aquella zona.
Visitamos diez comunidades del interior de Sao Paulo de Olivença y algunas cercanas ya a Tabatinga, frontera con Leticia (Colombia).
Un aprendizaje…
Davi kopenawa (Yanomami) dice:
“En la selva, la ecología somos nosotros, los humanos.
Mas son también los xapiri (espíritus), los animales,
los ríos, los peces, la lluvia, el viento y el sol”
Somos naturaleza, se nos olvida…y como cualquier ser vivo que habita esta Tierra, precisamos echar raíces y brotar juntos, crecer junto a otros, que el viento nos polinice, que la lluvia nos haga fértiles y el sol nos de vida y nos fortalezca.
Aprendí que es importante ser delicado con los otros. Nos han vendido un mundo tan sofisticado y materialista que no nos permite ser conscientes de que nosotros también somos ecología. Ello nos lleva a ahogarnos en nuestras propias normas y exigencias. Transpiramos el entorno en el que vivimos. Por ello, si cuidamos nuestra Tierra, nuestra Casa Común, ésta nos cuidará a nosotros. Los pueblos indígenas nunca olvidaron esta gran sabiduría. Nosotros lo olvidamos a cada instante, por lo que necesitamos de ellos para no terminar extinguiéndonos a nosotros mismos. Aprendamos de su capacidad resiliente que les lleva a vivir conectados a la Naturaleza, impregnándose de armonía y de vida. Necesitamos construir nuevas perspectivas de vida que valoren la diversidad natural y cultural de nuestra Tierra. Crear puentes entre todo y todos los que generan vida. Salir de nuestra realidad y conocer al otro.
Conocer es Amar.
Mayte Aguilera es profesora y voluntaria de Entreculturas
3 Comentarios
Felicidades mayte, precioso ARTÍCULO! Gracias por tu generosidad al ofrecer tu TIEMPO para ayudar a las poblaciones indígenas y por abrirnos los ojos hacia otra mirada más humana y conectada con la naturaleza. ERES todo un EJEMPLO. Enhorabuena!
Leer este artículo me transportó a un espacio no sólo territorial sino espiritual. Su relato está lleno de agradecimiento, urgencia por el respeto, la tolerancia y el amor al próximo como pARTE de un todo, la Tierra, que agoniza por el egoísmo del ser humano o más bien inhumano. Gracias Maite y al equipo que lo hizo posible y CONTINÚA con este proyecto de vida.
Gracias Maite Por Compartir tu experiencia, tu mirada abre un rayo de espera aquI, una mirada de consciencia que por momeNtos nos traslada a ese rio, esa selva, esa vIda. Un abrazo