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CELEBRANDO ÁFRICA

Causa:
Justicia socioambiental
Tiempo de lectura: 4 minutos

Ayer celebramos África y esto es mucho que celebrar. África es un ente tan amplio y diverso, que comprenderlo en una sola palabra se antoja imposible. A pesar de esta heterogenia, entre las más de 2000 etnias que pueblan el continente (cada una con su cultura, lengua y costumbres) existe una inquebrantable unidad geográfica, histórica e identitaria digna de ser celebrada. Esa unidad fue la razón de que el 25 de mayo del 63, treinta países africanos pusiesen las primeras piedras la actual Unión Africana, con el objetivo principal de romper de manera definitiva las cadenas del colonialismo y desarrollarse con libertad, autonomía y paz.

Hoy, sesenta años después, la situación que se vive en muchas zonas del continente es más trágica y compleja de lo que cabría esperar tras aquel esperanzador encuentro: guerras, miseria, explotación y enfermedades siguen castigando países como Sudán, R. Centroafricana, Zimbabue y muchos etcéteras. Atribuir la responsabilidad de dicho caos a un único agente sería injusto. Sin embargo, la incómoda verdad es que algunas potencias occidentales siguen manejando países enteros a su antojo, condenando así a millones de personas a la pobreza. De alguna manera, todos somos cómplices de esta falacia democrática. La extorsión, la corrupción y la creación de conflictos armados siguen siendo estrategias utilizadas para conseguir acceso total a recursos naturales claves para continuar con nuestro ritmo de consumo. Parece que nuestra riqueza deba sostenerse sobre la pobreza de otros. África sangra y los africanos se convierten en meras cifras en nuestros periódicos y noticiarios.

Antes de venir a vivir a Chad, para mí también eran números, estadísticas en titulares de prensa. En África Subsahariana, cada año, 5 millones de niños mueren antes de cumplir los 5 años. El 98% de las chicas mayores de 15 años han sufrido la mutilación genital en Somalia. 2.5 millones de refugiados sudaneses siguen fuera de sus hogares. El paro sube, el PIB crece y el Barcelona gana la Liga… Estamos insensibilizados ante la dolorosa realidad de la humanidad, no es agradable pararse a pensar en ella.

Vivir aquí es ser testigo de la vida sin filtros. Es Moussa, un amable vendedor de telas un poco apático, algo normal tras haber perdido a cuatro de sus cinco hijos. Es la maravillosa Aline que tiene quince años y una sonrisa radiante, pero no tiene clítoris. Su padre se lo cortó. Ella lo deseaba pues si no, la considerarían sucia en su pueblo. Es haber visto multitud de carpas aisladas en mitad de un desierto abrasador y aceptar que ese ha sido el “hogar” de miles de almas durante veinte años. Es mirar esto y sentir vergüenza.

Esta vergüenza nace de sentir el dolor y la injusticia que pesan sobre mi hermano. Es fruto del encuentro profundo con otro ser humano. Más allá de razas, idiomas o ideas. Nadie ha elegido donde nace y todos tenemos la misma dignidad. El pueblo chadiano me lo demuestra cada día.

Y he ahí lo inexplicable y bello de África: este maltratado continente es la prueba irrefutable de que la humanidad sigue viva en toda su esencia. Que existen hombres y mujeres sencillos, sin quejas y con paz de espíritu. Que una sociedad sin ansiedad, depresión o suicidios es posible. Que la familia sigue siendo el eje fundamental de la sociedad y los niños, un torbellino de libertad y alegría. O que cantar una canción de alabanza, a viva voz, puede colmarnos el alma como ningún objeto comprable puede hacer.

No creo que victimizar o idealizar África sean actitudes que ayuden a entenderla. Hoy, más que nunca, son los africanos los dueños de su destino y son los que tendrán que luchar por acabar con las injusticias que pesan sobre su tierra. Ojalá, como soñaron aquellos jefes de estado hace 60 años, este sea el siglo en el que África sea libre y pueda relacionarse de igual a igual con el resto de los pueblos. Y ojalá, en ese camino no pierda la maravillosa esencia que la caracteriza y de la que tanto tenemos que aprender.

 

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