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CINE PARA ANIMAR LA VUELTA

Tiempo de lectura: 6 minutos

Agobiados por esta ola de calor interminable, las salas de cine bien acondicionadas o las sesiones nocturnas al aire libre pueden ser una excelente opción para esconderse y huir de los sofocos. También es buen momento para ver esas películas o series que no pudimos ver durante el resto del año y que tenemos pendientes. Las diversas plataformas y opciones televisivas nos dan infinitas posibilidades, aunque ninguna mejor que la sala fresquita de un buen cine.
Dejo aquí un puñado de obras que solo se rigen por el gusto de quien esto firma.

De las películas vistas hasta la fecha me quedo con Belfast (Kenneth Branagh, 2021), una maravillosa obra escrita con los propios recuerdos del director, que vivió su infancia en la ciudad norirlandesa que da título, en la efervescencia dramática del enfrentamiento entre católicos y protestantes en la década de los 60. Aquellos años de ira y pólvora son observados con la tierna e inteligente mirada de un niño que no comprende pero que absorbe su entorno familiar tan sanador como protector. A una estupenda historia, que merece que en su momento le dedique algunas páginas en este blog, se une una excelente fotografía en blanco y negro sin pomposidades esteticistas. Todo ello al ritmo del siempre genial Van Morrison, cuya voz portentosa exorciza y conecta aún más el corazón con las imágenes. Y además, un grupo de actores en estado de gracia, en el que destacaría a la elegante  Caitriona Balfe y al entrañable abuelo Ciarán Hinds. Por favor, véanla en una buen cine con pantalla grande y en VO, la belleza de su fotografía, el diseño de producción, la excelencia de su banda sonora y los sentimientos que despierta merecen el silencio, la tranquilidad y la calidad de esa cueva solitaria que es un cine.

De todo lo propuesto para los Oscar, sin duda Belfast fue la película que más disfruté, aunque solo se llevó el premio al mejor guion de sus siete nominaciones. Y si no lo escribo reviento, de las ganadoras: Coda es un aceptable remake de La familia Bélier pero sin aportar nada nuevo; El poder del perro es un tostón; y Drive my car, a pesar de momentos geniales termina haciéndose pesada…

De lo estrenado este verano me quedo con Mali Twist (Robert Guédiguian, 2021), una película francesa que recrea el Mali postcolonial de los años 60, en el que la influencia occidental marca a las nuevas generaciones que se rebelan bailando ritmos ajenos y sueñan con una revolución que cambie el país. La película sigue a Lara, una joven que huye de su matrimonio forzado, y a Samba, un implicado revolucionario. Película que mezcla el amor con las causas políticas, nos habla de ideales y esperanzas, de los males del colonialismo y de las revoluciones frustradas. Bellamente rodada, con una especial atención a los encuadres, engancha bien al espectador por esa química de los actores y, porque en el fondo, todos nos vemos reflejados de alguna manera en la historia.

Otra joyita del cine africano recién estrenada es Lingui. Lazos sagrados (Mahamat-Saleh Haroun, 2021). Una mirada femenina, serena y emocional llena de solidaridad, ternura y sencillez sobre una historia de madre, hija y maternidad en el Chad. Sin aspavientos, como en susurros, se nos cuenta casi en forma de intriga los conflictos y problemas que arrostra una adolescente embarazada que no desea seguir adelante con la gestación.

Del siempre interesante y comprometido cineasta francés Stéphane Brizé me gustó Un nuevo mundo (Stéphane Brizé, 2021), película que cierra su trilogía sobre el trabajo y que ha construido además con La ley del mercado (2015) y con En guerra (2018). El protagonista de esta cinta es el director de una fábrica de electrodomésticos en Francia, cuyos destinos se rigen en la sede corporativa de Estados Unidos. El ejecutivo se ve envuelto en una crisis de conciencia al no estar de acuerdo con las decisiones que toman sus superiores y que afectan a los empleados que él dirige. A la vez su matrimonio estalla y tiene que lidiar con los trastornos sicológicos de su hijo. Una fábula moral contemporánea en la que resalta la fuerza de la bondad humana frente al capitalismo imperante. Esta película bien podría completarse con El buen patrón (Fernando León de Aranoa), ganadora absoluta de los premios Goya, y que también merece un visionado por ese Javier Bardem en estado de gracia, que borda su personaje llenándolo de cinismo, mala leche y una pizca de humanidad para hacerlo creíble.

Impresionado y enrabietado por la invasión rusa de Ucrania, repasé parte de la filmografía de aquel país que pudiera ayudarme a entender mejor lo que estaba pasando y podría pasar.

Toronto International Film Festival GIF by TIFF - Find & Share on GIPHYDe aquellas películas que revisé recomiendo tres. En primer lugar la premiada y accesible Donbass (Sergei Loznitsa, 2017), Loznitsa seguramente será el director ucraniano más conocido y esta película fue premiada en Cannes y en el festival de Sevilla entre otros muchos premios. Es un falso documental sobre el territorio invadido por Rusia en 2014, en donde las mafias, la delincuencia y la criminalidad se unen a unas fuerzas de ocupación que campan a sus anchas convirtiendo la vida cotidiana en un duro , grotesco y esperpéntico modo de sobrevivir, en un absurdo donde solo existe la ley del más fuerte, mejor armado o con más poder.

El complemento perfecto a Donbass es el documental The Earth Is Blue as an Orange (Iryna Tsilyk, 2020), en el que se nos muestra como una madre trata de sacar adelante a sus cuatro hijos en plena zona de combate, al tiempo que su hija mayor se evade de la tragedia haciendo una película sobre la guerra.  Con ambas obras podemos hacernos una idea de lo que debe ser la vida cotidiana de los civiles en las zonas dominadas por el ejército del zar Putin.

Otra obra  llena de lucidez y anticipación es Atlantis (Valentyn Vasyanovych, 2019). Película perturbadora y premonitoria, ya que se rodó antes de la invasión de febrero de 2022, y que se sitúa en el 2025, en un hipotético futuro posbélico. Sorprende la claridad de la distopia en la que nos presenta una Ucrania llena de fosas comunes, soldados con estrés postraumático, una población civil amedrentada y empobrecida, y una tierra sin recursos, diezmada y contaminada.

Y para terminar, citaros algunas de las mejores series que he disfrutado estos meses:

  • Todas las criaturas grandes y pequeñas, estupenda y absolutamente british, llena de humanidad y ternura en mitad de la campiña inglesa.
  • Los Larkin, otra de esas series británicas que trasmite buen rollo, humor y permite el desahogo cotidiano con un toque irónico medidamente gamberro.
  • Super Pumped. La batalla por Uber, viendo la serie uno comprende mejor los problemas que hoy sufren los conductores de esta plataforma de taxis y su explotación laboral. El mundo moderno del capitalismo salvaje y la ambición sin mesura.
  • Peaky Blinders, últimos episodios de esta serie que ya ha pasado a la historia de la televisión. Más intensidad que nunca y un final lleno de dudas para los mafiosos más famosos de Birmingham.
  • The Split, protagonizada por mujeres abogadas que trabajan en un despacho especializado en divorcios y casos de familia, en donde se entremezcla lo profesional y lo privado. Engancha por la cercanía del drama cotidiano, por las problemáticas familiares y el toque de ironía, humor sutil y cierta mala leche.

 

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