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CINE Y SOLIDARIDAD: DISPARANDO A PERROS

Tiempo de lectura: 5 minutos

Os propongo una película que puede permitirnos recordar dos fechas importantes: el día mundial de la cultura africana (24 enero) y el día mundial de la paz y la no violencia (30 enero). Y a la vez para reivindicar una película homenaje a muchos de esos hombres que han luchado por la paz y por el continente africano, llegando incluso al martirio.

Lamentablemente Disparando a perros, pasó por nuestras carteleras en su estreno  – en el ya lejano 2007-, sin ruido  y sin tiempo para que funcionase el boca a boca. Causa enfado y estupor que el bodrio de Instinto Básico 2, dirigido  por Caton-Jones el mismo director  de esta película, se estrenase antes a bombo y platillo, frente al silencio publicitario de  Disparando a perros, film rodado un año antes que la estulta pegatina de imágenes protagonizada por Sharon Stone. Una prueba más de la época que nos toca vivir, donde tiene más refrendo económico, social  y publicitario, un pubis insinuado que un genocidio conocido.

Al igual que otra memorable película sobre la tragedia de Ruanda, Hotel Rwanda, de Terry George (2004), Disparando a perros está basada en hechos ciertos, vividos por el propio productor de la película, David Belton, y filmada en los lugares donde se desarrollaron los mismos, cuenta incluso con la participación de algunos de los protagonistas reales de la historia.

Lo que se nos narra aquí es el comportamiento de diversas personas e instituciones occidentales en la escuela Técnica Oficial de Kigali durante la Semana Santa de 1994, en los días iniciales del gran genocidio perpetrado por los hutus extremistas. Pero sobre todo destaca la hermosa, solidaria y martirial actuación del sacerdote bosnio Vjeko Curic – en la película transmutado en el Padre Christopher, excelentemente interpretado por John Hurt- quien protegió hasta sus últimas consecuencias a millares de refugiados tutsis que se concentraron en su escuela pidiendo protección internacional.

Sin aspaviento ni subrayados innecesarios, sin fuegos artificiales tecnológicos, con la simple verdad de los hechos y los escenarios de la tragedia, la película es un aldabonazo contra la miseria moral de la comunidad internacional –esa que formamos todos, pero que sobre todo compete a los países más desarrollados- y un grito contra el olvido de un genocidio anunciado y evitable, contra una violencia desatada sin sentido y cuyas cicatrices siguen supurando. También hoy, 17 años después de su estreno, puede interpretarse como una metáfora sin muchas sutilezas, aplicable hoy al descuido y olvido de un continente por parte del resto de la humanidad (en la mayoría de los países del África subsahariana menos del 20% de la población tiene la doble dosis de la vacuna).

Y es, sin duda, una reivindicación de esos hombres y mujeres, que están desde siempre donde se les ha necesitado, mucho antes de que se inventasen esas misiones humanitarias, gestionadas por burócratas, políticos o empresarios, mucho antes de que existiesen las ONGs y los cooperantes de diseño y máster. Sí, me refiero a los misioneros, a los religiosos y las religiosas, más humanos y humanizadores, y por supuesto eficaces y comprometidos,  que cualquiera de las fuerzas de paz, delegaciones diplomáticas, mediadores de conflictos, o eufemismos similares que hoy usamos para ejercer de Poncio Pilatos y blanquear nuestras conciencias.

La película, sin ser una obra maestra cinematográfica, está filmada con oficio y buen pulso. Posee un ritmo adecuado, que va de menos a más, donde los acontecimientos son una interpelación constante para los protagonistas y para los espectadores, hasta  dejarlos/nos frente  a la desnudez más absoluta, – qué dos miradas tan reveladoras las que se cruzan la adolescente Marie (Clare-Hope Ashitey) y el profesor Joe (Hugh Dancy), cuando éste último está ya subido en el camión militar que le lleva al aeropuerto-. Nadie que la vea puede obviar algunas cuestiones fundamentales: qué era hacer lo correcto; qué debía hacer cada uno según su responsabilidad; qué hubiéramos hecho nosotros en esa situación… seguramente nuestras verdaderas respuestas nos darían miedo.

En resumen, Disparando a perros es un film  imprescindible, por ser un  certero golpe y un recordatorio de nuestras vergüenzas morales, y por dar un magnífico testimonio de compromiso fraternal, y de fe. Pues, sólo desde  la creencia y humanidad más profunda puede entenderse que cuando todos abandonan, en el lugar más pobre, olvidado y ensangrentado del mundo, junto a los más débiles y desposeídos, al lado de las víctimas a punto de sacrificar, estará un hombre o una mujer de Iglesia.

Otras propuestas

Hay un sinfín de grandes películas antibelicistas, clásicos como Sin novedad en el frente (Lewis Milestone, 1930), Los mejores años de nuestra vida (William Wyler, 1946), Senderos de Gloria (Stanley Kubrik, 1957) o La infancia de Ivan (Andrei Tarkosky,  1962) y a otras más cercanas en el tiempo como Apocalipsis Now (F.F. Coppola, 1979), La vida es bella (Roberto Benigni,1997), En tierra de nadie (Danis Tanovic, 2001) o  Vals con Bashir (Ari Folman, 2008) por citar unas pocas, que nos muestran lo absurdo y devastador de una guerra. Pero por celebrar el día de la paz y la no violencia os sugiero revisar Ghandi (Richard Attenborough, 1982) la biografía cinematográfica del padre de la no violencia, cuyo legado político y espiritual sigue teniendo total actualidad y debe ser reivindicado.

Y sobre África, os recomiendo Nuestra Señora del Nilo (Atiq Rahimi 2019), una excelente película que complementa perfectamente a Disparando a perros, ya que se desarrolla en un internado católico en Ruanda, donde conviven alumnas de diferentes etnias  con sus mismos sueños e ilusiones, pero donde también están latentes las divisiones y las heridas del colonialismo. Además la firma el novelista y director, Atiq Rahimi, nacido en Afganistán y asilado en Francia, que ha sufrido en sus biografía la devastación de una guerra y los excesos de  los talibanes. Su ficha didáctica la podéis encontrar en la web de la que ya os he hablado otras veces del Festival de Cine Africano de Tarifa.

 

 

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