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CINE Y SOLIDARIDAD: EL HAVRE

Tiempo de lectura: 5 minutos

Traigo hoy a este blog una película de uno de esos directores que quien firma siente un cariño entrañable, casi tanto como a los personajes que recrea en sus películas. Aki Kaurismäki es un cineasta finlandés de estilo propio y reconocible que, aunque suele filmar en las atmosferas nocturnas y marcianas de Helsinki, es capaz de contarnos cualquier historia con parecidos tipos y ambientes, por ejemplo, en el puerto bretón de El Havre, que da título a la película que comento.

El  mundo del finlandés puede resultar desencantado, absurdo e irreal como la vida misma, pero también está preñado de humor, bondad y optimismo. Un cine hecho tan a corazón abierto que a pesar de las fallas y desigualdades en sus obras siempre nos toca y nos emociona, pues Kaurismäki pone su cámara ante “las pobres gentes” que viven, deambulan o transitan por esta Europa tan pagada de sí misma. Su mirada siempre humana, observa con sencillez y pudor la dignidad de las personas que están en los márgenes, los olvidados y desahuciados convirtiendo sus imágenes en  un alegato sin griterío.

El Havre, la película que hoy nos ocupa, es un canto a la dignidad de los inmigrantes que llegan a Europa en busca de una nueva oportunidad, de una mejora de su calidad de vida o de una esperanza para sus hijos. Y también es una declaración a favor de la solidaridad con todas estas personas, gracias a unos personajes tan conmovedores como bondadosos, capaces de organizarse para ejercer  su compromiso y supera una normativa injusta y punitiva con los débiles.

La historia se centra en Marcel Marx, un escritor bohemio que ha decidido renunciar a cualquier oropel literario y vive en la ciudad portuaria de Le Havre (Francia). Se gana la vida como limpiabotas, feliz entre la gente de su barrio, del bar que frecuenta y de los cuidados que da a su mujer enferma de cáncer, Arletty. El escritor protagonista ha renunciado a muchas cosas, despojado de todo lo inútil por vivir una vida sencilla, centrado en el cuidado de su mujer enferma y obteniendo el dinero solo para su necesaria austeridad.  Pero un día descubre a Idrissa Saleh, un adolescente inmigrante africano escondido en un garaje, que huye de la policía intentando escapar hacia Inglaterra donde se encuentra su madre. Arropado por la solidaridad de sus vecinos, y de un infrecuente optimismo, se enfrentará a los mecanismos de la Administración y burlará a la policía para acoger, ayudar e intentar una salida al joven.

Un tema actual y constante en nuestros noticieros, que de tan habitual ha pasado a normalizarse de esa manera que normalizamos lo que no nos interesa: se obvia y se olvida, o peor, nos refugiamos de forma cínica en unas leyes que nada tienen que ver con la ética o la solidaridad.

Con la sencillez de la vida cotidiana, con humor y optimismo, Kaurismäki, nos  muestra el lado más comprometido de las personas, y nos enseña que la bondad y la fe siempre dan sus frutos. Con una extraña mezcla de neorrealismo, magia y ternura las escenas nos irán atrapando y anudando el corazón. Imborrable es el momento en el que la policía abre un contenedor donde se esconden  un amplio grupo de inmigrantes, y el director nos los muestra vestidos con sus mejores ropas y hace un repaso de planos por sus rostros bien cuidados y serenos, otorgando dignidad y respeto a todos ellos. Y también con una mirada  que se clava en el espectador  como si nos inquiriesen personalmente: ¿qué vamos a hacer con ellos?

Hay muchos mensajes encerrados en los fotogramas de El Havre, pero me quedo con esas lecciones de bondad y apoyo mutuo, no solo con la trama del joven Idrissa, sino en el tejido de relaciones vecinales: la panadera ayudando al matrimonio en el traslado al hospital; la dueña del bar leyendo a la esposa enferma en el hospital (leyéndole a Kafka para que se duerma, toma sentido del humor), la vieja gloria recuperada para el concierto solidario, o la ambigüedad moral de comisario Monet, que nos recuerda al Renault de Casablanca, y que como aquel no se encuentra cómodo con la ley.

Puedes ver la película en la plataforma streaming Filmin.

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Del mismo director, podemos ver su película de parecida temática pero situada en su fría Finlandia natal, Al otro lado de la esperanza ( Aki Kaurismäki, 2016). Cambien los personajes de Marcel e Idrissa por Wikström  y Khaled,  y el puerto bretón por Helsinki. Como ya he señalado el cine de Kaurismäki es profundamente ético, o de una profunda moral, sin moralina ni normas ni hipocresía, tremendamente humano donde en medio de un mundo cruel y absurdo también existe la bondad y el compromiso.

Puede dar mucho juego por su didactismo, buena intención y exceso de optimismo Cadena de favores (Mimi Leader, 2000), quizá muy trillada en videoforums y debates, es entretenida y amable.

Además déjenme citarles  dos debilidades. Kiriku y las bestias salvajes (2005), de mi admirado Michael Ocelot, un maestro de la animación, y Benédicté Galup. Pensada para un público infantil, quien esto escribe siempre se quedó fascinado cuando la compartía con sus hijos. Y dado las fechas navideñas, no olviden revisar Placido (1961), ese clásico español imprescindible, filmado por Garcia Berlanga con tanta mala leche como gracia, y que debió titularse Siente un pobre en su mesa. La España más negra, hipócrita, amarga y escéptica a través del ojo esperpéntico de Berlanga y el humor negrísimo de Azcona.

 

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