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CINE Y SOLIDARIDAD: “TIERRA PROMETIDA” – PARA LA BUENA GENTE

Tiempo de lectura: 5 minutos

Inmersos en plena crisis energética provocada por muy diversos factores -algunos coyunturales, como la guerra de Ucrania y el boicot a Rusia, pero otros de mucho mayor calado y sin solución temporal como la esquilmación de recursos y la contaminación irresoluble-,  viene bien preguntarnos si todo vale por seguir manteniendo la máquina productiva al margen de cualquier planteamiento ético, social y medioambiental. Defensores de esta última tesis los hay a millones.

Traigo al blog una película  que destila humanidad y sencillez por todos sus fotogramas sin renunciar a la denuncia clara y al golpeo de las conciencias. Sencillez y claridad que encaja bien en el mundo rural donde se desarrolla, tan lejos de la lógica del capitalismo urbano y extractivo y de las ambiciones desmedidas de las grandes corporaciones.

Tierra prometida se desarrollan en un pueblo de la Minnesota más profunda y perdida, adonde llegan dos empleados Steve (Matt Damon) y su compañera Sue (Frances McDormand) de una gran compañía gasística con la intención de comprar las tierras de los empobrecidos granjeros para comenzar la extracción, con el controvertido método de la fractura hidráulica (fracking) del subsuelo. Método éste, cuyas consecuencias negativas están todavía por conocer en toda su extensión. Steve y Sue piensan que será un trabajo fácil pues las tierras han perdido valor y la crisis les golpea fuertemente a los paisanos, así que el dinero fresco les convencerá sin problemas para que permitan las perforaciones. Sin embargo, se verán sorprendidos por las fuertes reticencias y dudas que siembran en los vecinos, la alerta de un viejo profesor (Hal Holbrook),  que les explica de los peligros que comporta el fracking y la llegada de un activo ecologista (John Krasinski).

El acierto mayor, desde mi punto de vista, está en plantearnos no una lucha entre una gran corporación minera y una empobrecida población rural, sino, en el mejor estilo de la tradición de cineastas como Capra o Sturges, la catarsis interior de un buen tipo, que  podría ser  alguno de nosotros en nuestra jornada laboral. No estamos ante una Erin Brockovich litigando frente a una todopoderosa multinacional, ni en un debate conservacionista entre la desaparición del paisaje rural o las energías limpias. No, es una cuestión más simple o más compleja, según se mire, es buena gente que se mira al espejo y ve cosas que no le gustan. Lo interesante para el espectador de Tierra Prometida es el ajuste de cuentas personal, la toma de conciencia y decisión moral que debe asumir cualquiera ante el dilema de decidir entre una ética pública y otra privada, entre lo que le dice el corazón o el bolsillo. Dejar al lado los principios y los sentimientos anteponiendo los intereses laborales y/o económicos o ser fiel a sí mismo. Eso tan común como asumir decisiones claramente contrarias a nuestra moral justificándo y sofocando el grito interior.

La transparencia caligráfica del film puede hacer que al espectador se le escapen algunas cuestiones brillantes, incluso escenas que en su simplicidad esconde recovecos metafóricos: una caja de chicles a modo de despedida e implicación emocional; una lección sobre el valor de las cosas y el dinero con un vaso de limonada; la importancia de un granero, un huerto o un paisaje; o un prólogo preñado  de claves…

En fin, una apuesta por ese lado humano, que apela al corazón de las personas sin grandes diatribas ni eslóganes, que le interpela por lo más querido, apreciado y cercano, y de ahí se toman decisiones que atañen a lo global.

Estupendo es el trabajo de los dos actores protagonistas. A Matt Damon, le cae igual de bien una camisa de franela a cuadros que un traje de Armani, y es capaz de hacer creer que puede pintar un granero igual de bien que descifra un código secreto del Pentágono. Frances Mc Dermond, como siempre, genial, aportando esa carga de cinismo y distancia de quien está de vuelta de casi todo. Frescura y encanto derrocha Rosemarie DeWitt, en un personaje agradecido y muy empático, que es el vértice de un enfrentamiento y el ángulo de una decisión. Su bonita sonrisa encaja bien con  el paisaje que no quisiéramos ver contaminado.

Gran parte de la fluidez, la claridad, la inteligencia y la coherencia de toda la película proviene de que sean un puñado de amigos con talento y bien relacionados en Hollywood, los que han escrito el guion, actuado, dirigido y producido  la obra. Así es fácil imaginarse el buen rollo y las distendidas sesiones de grabación y escritura entre  el director Gus Van Sant, y sus amigos actores y guionistas Matt Damon y John Krasinski y las colegas Frances McDormand y Rosemarie DeWitt. La producción  en su mayor parte corre también a cargo de la dupla Damon-Krasinski. Esa amistad se plasma en una obra profundamente humana, que sin ser ninguna genialidad, sabe llegar al espectador y trasmitir un mensaje de compromiso y sinceridad personal.

Otras sugerencias:

La era de la estupidez (Franny Armstrong, 2009) es un documental británico que nos cuenta en clave de ficción cómo sería  la vida si seguimos esquilmando los recursos naturales. En un ficticio 2055, con un planeta devastado un viejo archivero busca las causas que llevaron al desastre y se pregunta cómo llegamos hasta aquí. Con elementos del documental y el cine de animación, sin rodeos pero con toques de humor, nos plantea cuestiones que necesitan una respuesta urgente. La obra tienen además el punto de ser pionera en autofinanciarse gracias al modelo de “crowdfunding”.

Puede verse en Youtube:

Con un estilo didáctico y con una animación de los años 40, pero muy clara y eficaz, destaca No hay mañana (Dermot O’Connor, 2012). Por su sencillez pedagógica y sus poco más de 34 minutos de duración es una introducción  muy recomendable a todos los problemas que enfrentamos hoy relacionados con el agotamiento de los recursos naturales, la crisis energética y la imposibilidad de seguir con el patrón de crecimiento actual. Propone una alternativa de cambio de vida que hoy puede parecernos irrealizable, pero nada alejada de muchos planteamientos que ya se están poniendo en marcha.

Puede verse en el siguiente enlace:

Y para alternativas ya activas y exitosas ver el documental Mañana (Cyril Dion y Mélanie Laurent, 2015). Un viaje por distintos países del mundo mostrando iniciativas concretas que pueden significar soluciones a los problemas  del medioambiente y la escasa disponibilidad de recursos. Disponible en la plataforma Filmin.

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