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DE MUJERES Y HOMBRES: LOVING

Tiempo de lectura: 4 minutos

Para celebrar el mes de la mujer he apostado por una película diferente, de las que seguro que no aparece en ninguna de esas elecciones tan al uso de “las 10 mejores películas feministas”. Pero para eso están esas clasificaciones tan accesible en internet de un cine popular y conocido. No quiero decir que no haya selecciones notorias ni con criterio, al revés, seguramente al que le falte criterio sea a mí.

Me arriesgo con una obra nada canónica sobre el tema, pero ahí va Loving, de Jeff Nichols ,una película de 2016 que tuvo una buena acogida por parte de la crítica, algunos premios internacionales, pero pasó con más pena que gloria entre el público.

Vayan por delante las razones que me impulsan a seleccionar esta joya infravalorada. La primera lección es que nos enseña a mirar con los ojos del amor y con amor, nos provoca la empatía y el colocarnos en el lugar del otro desde el amor; el amor es la mayor fuerza que puede movilizarnos. La segunda invita a la batalla, al esfuerzo continuado por algo que nos concierne a todos, blancos y negro, mujeres y hombres. Y tercero, una insignificante pareja, dos simples personas, pueden cambiar las leyes, las tradiciones injustas de todo un estado, y movilizar a miles de personas. La indolencia es tan dañina como la mayor injusticia. Ningún derecho de las personas es ajeno a las personas. No me extenderé más, el resto de aprendizajes los dejo al espectador inteligente.

Loving nos cuenta la deslumbrante historia real de amor interracial de Mildred y Richard Loving en la  Virginia de los 60, donde la ley prohibía los matrimonios entre blancos y negros.  Lo que podría convertirse en un panfleto soporífero, carne de vulgar telefilm, Jeff Nichols  lo convierte en una maravillosa historia de amor conyugal, con aire de cine clásico, sutil, sin subrayados ni alaracas y sin los tópicos habituales en este tipo de cine vindicativo. Una hermosura de película, llena de silencios incómodos e interpelativos.

Mildred y Richard se quieren, van a tener un hijo y deciden casarse. Nada extraño si no fuera porque en donde les tocó nacer, en tierras de la autodefinida mayor democracia del mundo, eso era un tabú social criminalizado. El hábitat de aquella sociedad estaba dominado por unas costumbres amparadas en leyes bárbaras, en las que dicha unión suponía un año de cárcel o el destierro durante 25 años. Así se las gastaban en algunos estados hasta no hace mucho.

Nichols nos irá desgranando la lucha de esa pareja, insisto, sin estridencias ni pirotecnias melodramáticas, con una caligrafía limpia y sencilla, destacando la cotidianidad de un amor irrenunciable y una pelea por hacer justo lo natural y humano. Veremos siempre a esa mujer y a ese hombre en sus espacios más domésticos, sin acciones mediáticas ni declaraciones al frente de grandes manifestaciones. Con pudor, ternura y determinación, mientras planchan, cocinan o colocan ladrillos, defenderán su amor y sus derechos.

En cada plano o secuencia hay una deseo por revertir esa incomoda cotidianidad que se impone de forma doliente. Un anhelo de dejar vivir con la libertad que da el amor y la justicia. Y según se desarrolla la historia asistimos a su capacidad de resistencia ante el destierro y el desgarro emocional de la separación,  y también a su capacidad de movilización y apoyo de abogados, periodistas, amigos, y de una sociedad mucho más avanzada y cívica que sus leyes. Y lo hacen juntos, sin importar el color o la condición, de forma intensa y confiada. Convencidos, además, por la fortaleza que les da un derecho que está muy por encima de las normas y costumbres, un derecho que nace de los más profundo de su condición y dignidad.

En fin, una de esas películas que una vez vista no se olvida, se pega a la retina y al corazón y va dejándonos aromas y recuerdos en nuestro día a día. Recupérenla en alguna de las plataformas digitales donde está disponible.

Y por si alguien quiere alguna sugerencia más canónica o evidente, seguro que puede disfrutar de otras películas claramente reivindicativas como las estupendas Tootsie, Thelma y Louis, Erin Brockovich, Persépolis, Mustang… pero ya que me he venido arriba, recomendaré, además,  dos menos conocidas, pero magníficas en fondo y forma.

MUJERES DEL SIGLO XX
(Mike Mills, 2016)

Es una joya que pasó desapercibida en España a pesar de sus buenas críticas y muchos reconocimientos. Tres mujeres y un adolescente  en la California de los años 70, exploran el amor, el sexo y el paso del tiempo, con miradas multigeneracionales y vitales muy diversas. De espíritu y mensaje feminista y femenino, sin discursos ni alegatos, sutil y libre. Película para ver en familia, y discutirla; altamente recomendable para padres con hijos adolescentes. ¿Se puede enseñar a un hombre a sentir como las mujeres? Ahí queda la pregunta.

DAUGHTERS OF THE DUST
(Julie Dash, 1991)

También un clásico olvidado, pero maravillosa lección de cine, historia  y poesía visual, es la obra de Julie Dash, Hijas del polvo. Dash es una cineasta afroamericana, que posee una marcada y original personalidad artística, capaz de crear un tiempo y un espacio que ya no existe y recrearlo con fascinación. Obra nada convencional, cuenta la historia de tres generaciones de mujeres en las islas de la costa de Carolina del Sur y Georgia que se preparan para emigrar y dejar atrás su ancestral cultura africana.    

 

 

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