Mujeres en Marcha es un programa que llevamos a cabo las ong Entreculturas y Alboan desde el que queremos dar a conocer en nuestro entorno la realidad, los testimonios y las voces de las miles de mujeres que en todo el mundo sufren violencias. Arrancó en 2017 para acompañar a mujeres y niñas en África que sufren o han sufrido violencia en contextos de desplazamiento, refugio y migración. Ahora ya está ampliado a 12 países africanos y centroamericanos.
Y nos queremos acercar en este artículo a la dura realidad que viven las mujeres de la República Democrática del Congo (RDC). Un país situado en el centro de África y que padece la denominada “maldición de los recursos naturales”. El 80% de las reservas mundiales de coltán se encuentran allí. Para fabricar nuestros móviles se necesitan cuatro minerales que vienen de ese país: el oro (que se usa para cubrir el cableado), el coltán del que se extrae el tantalio (que almacena la electricidad para que suene), la casiterita de la que se extrae el estaño (que se usa para soldar los circuitos) y la wolframita de la que se extrae el wolframio (que hace que vibre).
Desde hace más de dos décadas el país sigue asolado por la guerra, especialmente en su zona este. Los grupos armados no sólo se enfrentan entre sí, sino que también se ha atacado directamente a la población civil, en especial a las mujeres y niñas que sufren el uso continuo, a gran escala y sistemático de la violencia basada en género como arma de guerra. Naciones Unidas estima que 400.000 mujeres y niñas han sufrido violencia perpetrada por grupos armados en el este de la RD del Congo desde 1998.
Allí siguen viviendo uno de los dramas humanitarios más silenciados del mundo. En este contexto de inseguridad e inestabilidad, las mujeres necesitan huir y por ello existe un enorme desplazamiento interno, y a lo largo del proceso migratorio siguen sufriendo violencia. Las mujeres salen de la miseria pero se encuentran con una miseria mayor. Y un ejemplo de esto es la minería. Se enfrentan a prostitución forzada, a trabajar sin sueldo, a amenazas y abusos constantes.
De un reciente viaje realizado a la zona, las mujeres de la mina artesanal de Kadumwa (Luhwindja) nos hablaron de la minería hecha con las manos a través de pico y pala, cincel y martillo. Yoel (22 años) es viuda y tiene a su cargo 4 hijos. Todas las mañanas, cuando tiene algo de dinero, baja para que los hombres le vendan una piedra extraída de uno de los pozos por 2 dólares. Ella la picará y lavará y, si tiene suerte y encuentra algún mineral, lo venderá por 4 dólares. Si no, ese día se irá a casa con las manos vacías. Tiene dolencias físicas en espalda y manos por su trabajo, pero aún así dice que su situación ha mejorado mucho porque antes trabajaba transportando piedras. Su sueño es conseguir el dinero suficiente para volver con su familia, con la que lleva más de 5 años sin poder comunicarse.
Pero no todas las mujeres tienen recursos para comprar piedras. Muchas otras tienen que trabajar cosiendo ropa, recogiendo agua para limpiar el mineral o poder beber (nos cuentan que tienen que transportar hasta 20 bidones al día para obtener el mínimo que sustente a sus familias)… y a la prostitución.
La crisis que vive el este de la RD Congo no hace más que aumentar año tras año y cuenta con la implicación de un gran número de grupos militares y rebeldes armados, locales y regionales que luchan por controlar los recursos minerales de la zona. Estos grupos entran en las comunidades sabiendo a quién tienen que atacar: las mujeres. No es aleatorio. Adzuba (lideresa congoleña) cuenta que en una comunidad donde había diez defensoras de los derechos de las mujeres que tenían identificadas, las enterraron vivas por dar voz y proteger esos derechos. También explica cómo, cuando los grupos armados llegaban a los poblados, los hombres huían y dejaban a las mujeres solas con las niñas y niños. Entonces las violaban e incluso hacían que los niños violaran a sus madres y hermanas.
Mujeres organizadas a través de la radio
Una de las iniciativas más interesantes en esa zona de la RDC es la que ha puesto en marcha la Asociación de las Mujeres de los Medios de Comunicación (AFEM), una organización congoleña de mujeres periodistas que trabaja desde hace 20 años en la promoción de la igualdad de género y la lucha contra la violencia sexual y sexista. AFEM dispone de una cadena de radio temática cuya línea editorial es la igualdad de género, la promoción y la participación de mujeres. Se trata de la primera y la única cadena de radio temática y sensible al género en la región y en toda la extensión del país.
El equipo de AFEM ha diseñado un sistema de alerta comunitaria llamada Femme Au Fone (FAF), traducido como “Mujer al teléfono”. Este sistema permite que las mujeres de toda la región pueden enviar SMS gratuitos y sin dejar rastro, para denunciar, visibilizar o alertar de una situación de potencial peligro. La radio actúa de puente y altavoz cuando al sistema llegan mensajes o alertas de la población. El equipo de FAF verifica y analiza las informaciones con el objetivo de alertar a las autoridades locales o provinciales, ONG y otros estamentos o instituciones responsables de dar respuesta a los problemas. Además, los SMS o mensajes son fuente de información para producir programas en la radio donde las preocupaciones y propuestas de las mujeres se convierten en temas de debate.
Todo el proceso se lleva a cabo desde el más profundo respeto del anonimato de las mujeres denunciantes, para salvaguardar su seguridad. El equipo de AFEM comparte este tipo de casos en sus programas de radio: explicando la situación, la resolución de los diálogos con la comunidad y en definitiva, defendiendo los derechos fundamentales de las protagonistas.
Se trata de uno de los 10 programas que participan en la campaña de Alboan – Entreculturas “Mujeres en Marcha”. Para ello llevan a cabo acciones de sensibilización comunitaria, organizan cursos de liderazgo para mujeres, acompañan a lideresas y producen Mama Radio, su emisora de radio comunitaria. Desde ahí alzan la voz y denuncian la situación de violencia continuada contra las mujeres en la zona.
Y nosotros, ¿qué podemos hacer?
Incidencia política. Presionar para que exista una cadena de trazabilidad que obligue a las empresas a mostrar de dónde salen los materiales que emplean.
Alargar la vida de nuestros smartphones y reciclarlos. También tenemos marcas que hacen una apuesta por el mínimo impacto negativo posible para las personas y el planeta.
Incidencia social en nuestro entorno y ser una voz más que visibilice esta realidad.
Por todo ello, te animo a seguir de cerca la campaña Tecnología Libre de Conflicto (TLC) de la ONG ALBOAN, para romper los vínculos entre tecnología y violencia.