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El hombre(*) y la Tierra

Tiempo de lectura: 3 minutos
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Sí, efectivamente, así se titulaba la serie documental que compartió muchas de nuestras infancias y adolescencias. En ella, el naturalista Félix Rodríguez de la Fuente fue demoledor en el alegato que nos dejó como legado: “La más trascendental de las decisiones del hombre es la conservación de la naturaleza”.

Lamentablemente, cinco décadas después, el mensaje se ha vuelto lapidario, definitivo: La Humanidad ha abierto las puertas del infierno. Con escalofriante crudeza sentenció recientemente el presidente de la Asamblea General de la ONU, Antonio Guterres, en la Cumbre de Acción Climática en Nueva York, superado ya el ecuador del ambicioso reto de transformar nuestro mundo aprobado por unanimidad en el año 2015 y encapsulado en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que pretendían dar una respuesta global a la crisis económica, social y ambiental persistente.

La ciencia nos advierte y da la voz de alarma, inmersos ya de lleno en la emergencia. Davi Kopenawa, chamán y líder del pueblo indígena yanomami nos interpela ante la inminente “caída del cielo”. El clima está cambiando sin precedentes, la mayoría de los ciclos planetarios para la sostenibilidad de la vida se han superado y el resto están al límite. Ante la ceguera y/o despreocupación generalizada, nuestra Casa Común lleva dando señales de agotamiento y extenuación acercándose peligrosamente al más que probable colapso. Lo he podido comprobar personalmente in situ en las graves inundaciones acaecidas en Gabón a finales del año pasado, en la intensidad de la sequía y harmattan en el norte de Benín, la drástica reducción de las nieves del Kilimanjaro en Tanzania o la contaminación de la laguna Ebrié por la basura y residuos de Abiyán en Costa de Marfil.

Es indiscutible la mano del hombre en el cambio climático. La concepción miope y cortoplacista de que la Tierra es de su propiedad legitima el uso y abuso de los recursos existentes a su antojo. Los modelos de producción basados en los combustibles fósiles, la elevada demanda de energía y los hábitos y cultura de consumo han desequilibrado nuestro sistema climático. Los impactos sociales de este modelo sobre millones de personas cada vez son más relevantes, reconocibles y palpables: la pobreza, la desigualdad, las migraciones o los conflictos. Sin duda alguna, la República Democrática del Congo es el paradigma y concentración de todos ellos. Este precioso e inmenso país, centro del mundo, un escándalo de la naturaleza, ha sido el foco despiadado e impune del Hombre en la extracción y explotación sin límite de sus recursos, desde el caucho y las maderas preciosas de la selva ecuatorial, pasando por el cobre, el oro, el coltán y en los últimos años, el cobalto, minerales de sangre que deberían indignarnos y retarnos a examinar y cuestionar nuestros estilos de vida y desarrollo y el porqué de algunos de nuestros actos.

Ante tanta desolación, es preciso intervenir. En la era de la IA, toca priorizar como individuo y como sociedad la Inteligencia Ecológica. Abramos bien los ojos y el corazón para dejarnos interpelar: “escucharás el clamor de la tierra, escucharás el clamor de los pobres”, nos invitaba el Papa Francisco en Laudato Si. Se presume necesaria una recivilización, reeduquémonos para ella, fomentemos la educación y espiritualidad ecológica. Aparcada la impotencia, la indiferencia y la incapacidad; toca controlar la ecoansiedad. Demos el paso, sigamos la senda que unos pocos ya han trazado, seamos valientes. Hay muchos gestos, muchas acciones y muchos espacios donde poder hacerlo: Reducir, reutilizar, reciclar y todo lo que ello conlleva son tres comportamientos cotidianos, sencillos y a la vez heroicos. Convirtamos nuestras redes sociales en el altavoz de la sostenibilidad. Construyamos una ciudadanía activa, responsable y comprometida, sintámonos verdaderos agentes de transformación y avancemos para que se mantenga ese abrazo profundo entre el hombre y la Tierra.

La imagen de portada es de Jaime Murciego

Autorxs Escuela (31)

2 Comentarios

Carlos
Reply
23 abril, 2024 at 9:22 am

Muy buen artículo y momentos decisivos para cambiar. Gracias Ramiro

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