El pasado 11 de junio el ministro de interior italiano Matteo Salvini ponía en su twitter #chiudiamoiporti, mostrando así el lado más oscuro y terrible de Europa. Salvini presume, al estilo machito de Trump, Putin, Kim Jong Un… de haber cerrado los puertos de Italia al buque Aquarius, que lleva 629 personas rescatadas cerca de Libia, incluidas mujeres embarazadas, niños/as y menores que viajan por su cuenta.
Las razones que da es que Italia ya ha acogido demasiados migrantes y que las mafias se aprovechan de las ONG. Es cierto que las mafias hacen mucho negocio con los migrantes, pero como dice mi obispo Fray Santiago Agrelo, no habría mafias si los gobiernos habilitaran vías seguras y legales para que los que huyen de la violencia o la pobreza pudieran migrar. Tan responsables son los gobiernos como los pasadores.
Asistimos a brotes peligrosos de xenofobia en Europa que pueden crecer y llevarnos a situaciones pasadas que siempre lamentaremos.
Necesitamos decir que no podemos cerrar nuestros puertos ni nuestras fronteras a los que huyen de la muerte y la miseria. Necesitamos que nuestros gobernantes encuentren soluciones que prioricen el derecho a la vida. Porque no olvidemos que también los del norte tenemos bastante responsabilidad en lo que sufren los países del sur.
No hay soluciones fáciles, no hay soluciones sin coste, no hay soluciones cómodas. Pero ninguna solución será justa, digna ni evangélica si no pone en el centro la vida humana, especialmente la de los que más sufren.
Mientras el Aquarius no tenga donde atracar, mientras siga habiendo gente tan desesperada para meterse en una barca hinchable para cruzar el estrecho o para arrancarse la piel a tiras en nuestras concertinas, mientras haya mujeres que tienen que pagar con su cuerpo a quienes las pasen no podemos considerarnos la Europa de los Derechos Humanos.
Reflexión extraída del facebook de Javier Montes que es jesuita y trabaja con personas migrantes
Fotografía portada: Sergi Cámara