En nuestro mundo globalizado hay muchas formas, no solo una, de modernidad. En Europa central y meridional experimentamos una modernidad secularista que engarza con la revolución francesa, sus logros y sus obsesiones propias, pero no es la única posible: God bless America no es ningún grito proferido por fascistas estadounidenses, sino una consigna que se le supone allí a cualquier líder político; pasar un mes de iniciación en las entrañas del bosque vestido en taparrabos es algo evidente para muchos profesionales de primera de cualquier ciudad principal africana; el matrimonio arreglado es una costumbre aceptable para cualquier empleado coreano de Samsung en Seoul, ejecutivo indio en Mumbay o CEO chino de Shanghai… hay definitivamente muchas formas de “ser moderno”.
En un contexto de modernidades-múltiples, la gente de China está reinterpretando su identidad personal, histórica y cultural en formas que son globales, pero con características propias. China está sin duda en la senda del desarrollo y del progreso material. Según datos del Banco mundial, en 2006 la población urbana (frente a la rural) en China era del 45%; en 2018 ya ha pasado del 55%. En India la población rural es todavía de un 67%, poco menos que hace diez años (69%) .
Pero, precisamente, este desarrollo rampante está provocando una gran nostalgia en niveles muy profundos de las personas. Tanto las autoridades como muchas personas particulares se preocupan por la conservación y promoción de realidades socio-culturales amenazadas de extinción, así como por el medio-ambiente. Además, la religiosidad y la sed de espiritualidad están creciendo en China.
La “modernidad” fue originalmente un fenómeno radicado en Europa que comenzó en el s.XVI. Lo que ocurrió fue que un tipo de desarrollo social que podría haber sido tan solo una peculiaridad de los cambios internos de ciertas sociedades europeas, desató un movimiento planetario que, hoy día, continua desplegándose en una variedad de escenarios modernos.
Autores como Van der Veer o Casanova apuntan al expansionismo y colonización europeas como factor principal que disparó el proceso histórico mundial de la globalización. Era una Europa donde ciertas esferas seculares (el estado, la economía, la ciencia, el tiempo libre…) iban evolucionando de forma independiente de las instituciones religiosas y las normas, y entrando en procesos de diferenciación, especialización y democratización.
Las naciones asiáticas acabaron recibiendo esta influencia y se vieron obligadas a irse configurando como “sociedades modernas”, aunque la forma de digerir la separación de poderes que les es aneja se viene dando en formas propias y peculiares…
En efecto, Asia está desarrollando formas propias de modernidad, y en virtud de una suerte de “efecto rebote” posibilitado precisamente por la globalización, está comenzando a exportar esos modos de ser moderno. Quizá el más llamativo es el del crecimiento de grandes narrativas nacionales que añoran y exaltan la cultura propia, reivindican la soberanía, no dudan en justificar el aumento de gasto militar, se sienten cómodas con liderazgos firmes y carismáticos.
No hay que olvidar que Trump fue elegido después de la subida al poder de Xi Jinping, Narendra Modi, Shinzo Abe, Aung San Suu Kyi… Rodrigo Duterte fue elegido solo una semana después del referéndum pro-Brexit, etc. El presidente chino que acaba de recibir carta blanca para poder ser reelegido más allá de los dos términos tradicionales, es la quintaesencia de esta tendencia que llega desde Oriente.
No podemos seguir de espaldas a lo que pasa en aquella parte del mundo, porque –lo queramos o no- está llegando. Quien quiera ser agente de paz en este mundo amenazado por nubes de mal presagio, habrá de ser capaz de mirar hacia Oriente relativizando sus prejuicios, abriéndose a construir puentes de relación, entendiendo que algunos fenómenos de nacionalismo y apego al gran líder son solo una manifestación superficial de una añoranza muy profunda que el colonialismo occidental contribuyó a crear.
Ignacio Ramos Riera es jesuita y vive actualmente en Asia
Si te interesa saber más puedes ver esta charla de Ignacio Ramos sobre educación en Asia Meridional y Pacífico