La dura realidad de las caravanas migrantes en Centroamérica ha pasado a un segundo plano y la llegada del coronavirus ha cambiado el foco informativo, la preocupación de sus ciudadanos y ha priorizado los esfuerzos de los gobiernos.
En el caso de Honduras, país de origen de los principales movimientos migratorios hacia México y EE.UU, las autoridades sanitarias avisan que en menos de un mes saldrán a flote miles de enfermos por la cantidad de los nuevos contagiados en los últimos días. El doctor Samuel Santos, vicepresidente del Colegio Médico de Honduras, avisa del futuro incierto que aguarda a la población hondureña al asegurar que el efecto del Covid-19 en el país “dependerá del sistema inmunológico de cada persona infectada. Sin embargo, en un país con más del 68% de la población en la pobreza, esto es una seria amenaza”.
A esta incertidumbre se une la falta de transparencia oficial sobre toda la información referida al número de casos sospechosos, de infectados confirmados, número de casos recuperados y de otros datos relevantes que permitan conocer la verdadera magnitud y comportamiento de esta epidemia en el país. En este aspecto, los epidemiólogos instan a las autoridades correspondientes a facilitar toda esa información.
En esta línea, el Consejo Nacional Apostólico de la Compañía de Jesús en Honduras, ante la crisis sanitaria ocasionada, manifestó estos días lo siguiente: “Esta pandemia ha creado una situación de emergencia de tan enormes proporciones que demanda una respuesta humanitaria, social y profesional con las más altas dimensiones de generosidad y amplia participación de la sociedad, por eso nos preocupa que existen señales que advierten que la crisis está siendo administrada por un sector oficial que controla, politiza y militariza todas las decisiones, sin contar con todas las capacidades y competencias profesionales y de experiencia que demanda la alta envergadura de la crisis. (…) Por eso, exhortamos a las autoridades públicas convocar a sectores con alta competencia profesional en asuntos de salud, gestión de recursos y personal, y rendición de cuentas, como el Colegio Médico de Honduras, el Foro Social de la Deuda Externa de Honduras (FOSDEH), el Colegio de Economistas, entre otros. No contar con el concurso de personas y organismos que tienen una gran capacidad para atender necesidades de salud y economía es sumamente grave en la actual emergencia”.
OTRAS PRIORIDADES PARA LA POBLACIÓN MÁS POBRE
Sin embargo, la llegada del virus a estos países, marcados por una enorme desigualdad social, pobreza generalizada, dificultad de acceso a una vivienda digna, violencia y un futuro muy incierto para la mayoría de población más vulnerable, no es lo más preocupante. Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) de Honduras, el porcentaje de personas desocupadas y ocupadas en condiciones de subempleo visible e invisible es el 68% . Para esta población, la campaña “Quédate en casa” tiene lógica desde el punto de vista de detener el contagio del Coronavirus, pero no resuelve su problema fundamental de falta de dinero para comprar cada día los alimentos.
La verdadera vulnerabilidad de los países más pobres es la debilidad de un sistema sanitario deficiente, privatizado en su mayoría, inaccesible para 6,7 millones de ciudadanos (sobre 9,5 millones de población total), y con recursos públicos muy limitados para atender a esa parte de la ciudadanía hondureña.
Aquí reproducimos parte del artículo titulado “Si no nos mata el coronavirus, el hambre lo hará”, publicado por Radio Progreso, emisora de los jesuitas en esta ciudad hondureña, donde se acerca la realidad de las personas que más dificultades están teniendo en estas crisis sanitaria y social en el país:

“Si no nos mata el Coronavirus, el hambre lo hará. Ya no tenemos comida y en nuestros bolsillos no hay dinero. Mi marido tiene semana y media de no trabajar. Estamos obligadas a estar en casa para evitar esa enfermedad (Covid-19) dicen en los medios “, indicó entre lágrimas Olga Marina Zapata, de 58 años de edad originaria de El Progreso, Yoro.
A renglón seguido manifestó que, su compañero de hogar trabaja chapeando solares. “Y de lo que va ganando cada día compramos los frijoles, arroz, huevos y cuando le va bien compramos unas libras de pollo. Pero el dinero se terminó después que las autoridades impusieron el “toque de queda” tras el reporte del incremento de los casos de coronavirus”.

“Si yo no salgo a vender no comemos. Mi familia compuesta por tres personas dependemos de lo que vendo en la tercera avenida de San Pedro Sula. Si quieren que uno no salga a trabajar, entonces de qué vamos a vivir. Nosotros alquilamos cuarto y cada mes hay que pagar 1800 lempiras (75 dólares), porque si no lo tiran a la calle. Y luego tenemos otro gran problema: comemos dos y con suerte tres veces al día”, manifestó Glenda Hernández, vendedora de confites, churros, refrescos y cigarros.
Al mismo tiempo indicó que ellas están conscientes del problema del Coronavirus y de todas las medidas que hay que adoptar. “Yo cuánto no quisiera estar en mi cuarto con mis dos hijas tomando todas las medidas de seguridad. Sin embargo, si no trabajo cada día no comen mis niñas”, dijo mientras vendía dos cajitas de chicles a las pocas personas que caminan por las calles del centro de San Pedro Sula.
Indicó que en esta época de cuarentena la Policía Municipal y la Policía Nacional la semana anterior los desalojó de la tercera avenida. Pero, “no queda de otra que seguir arriesgándonos para hacer unos pesitos vendiéndole a las pocas personas que transitan. Hay que rebuscarse para los frijolitos, porque esos no caen del cielo”.
CIERRE DE FÁBRICAS: UN DESAFÍO MÁS PARA EL SUSTENTO DE LAS FAMILIAS HONDUREÑAS
Junto al confinamiento en casa, el gobierno de Honduras también plantea el cierre de fábricas. En este país existen enormes empresas textiles (maquilas) en las que trabajan miles de mujeres que, en muchos casos, son las que mantienen a flote la economía familiar. Ahora mismo están en el aire los puestos de trabajo de 9.000 trabajadoras de las maquilas de South Apparel y New Holland, situadas en las afueras de San Pedro Sula, y que el Ministerio de Trabajo podría cerrar durante esta crisis del coronavirus. Un tiempo de paro obligado que, en el mejor de los casos, se les descontará de sus vacaciones. Y otra de las empresas que más empleo dal al país, Empire Electronics Honduras, ya comunicó que suspende 4.000 contratos de trabajo por un espacio de cuatro meses. Otro golpe más en la línea de flotación de miles de humildes familias hondureñas al que este virus les puede poner en situaciones límite.
El coronavirus llega a Centroamérica en su versión más injusta, la del clasismo, en donde se verán más afectados los más vulnerables, que son mayoría, en una de las regiones con mayor desigualdad del mundo.
José Luis Barreiro, periodista, coordinador territorial de Entreculturas Galicia
y miembro del claustro de la Escuela Online