CONTEXTO
La Frontera Sur de Europa con África tiene uno de sus puntos calientes en las líneas de paso entre Marruecos y los accesos hacia el territorio español cercano a las ciudades de Melilla y Ceuta. Las condiciones de vida de las personas migrantes que allí llegan son extremadamente precarias, viviendo en condiciones de hacinamiento en barrios muchas veces peligrosos o en zonas de bosque en campamentos informales, lo que conlleva la transmisión de enfermedades dermatológicas o respiratorias como sarna y tuberculosis. Muchos llegan allí tras cruzar durante semanas, o meses, el territorio africano o incluso algunos desde diversos países Asia (Siria, Afganista, Irán…)
La ausencia de documentación administrativa de la mayor parte de estas personas hace que vivan de trabajos informales o mendicidad (especialmente las mujeres), lo que supone una presión psicológica enorme y una exposición a detenciones o situaciones de violencia y explotación.
La falta de medios de subsistencia genera una demanda de respuestas humanitarias básicas como comida, kits de higiene, ropa y medicamentos. Todo esto, unido a la dureza de la ruta migratoria hasta Marruecos – no exenta de riesgos como el engaño, la violencia policial y callejera y la violencia sexual especialmente contra mujeres y niñas – conlleva una precarización de la salud mental de las personas migrantes.
LA DELEGACIÓN DIOCESANA DE MISIONES
Allí es muy importante el acompañamiento de la Delegación Diocesana de Misiones (DDM), una organización de la iglesia católica de Marruecos, perteneciente a la diócesis de Tánger, desde donde garantizan derechos como el acceso a la salud, el derecho a la información o a la asistencia jurídica, que se ven obstaculizados por la debilidad estructural de los servicios en el país, la discriminación vivida por las personas migrantes y la propia situación de precariedad y movilidad en la que viven estas personas. La Delegación está presente en cuatro ciudades: Tánger, Tetuán, Nador y Alhucemas. El perfil de la población migrante difiere también de un territorio a otro. Mientras en Nador y en Tetuán, el perfil es mayoritariamente masculino, en Tánger y Alhucemas el perfil es mayoritariamente de mujeres, quienes en muchos casos están acompañadas de niñas y niños. Esto es debido a que Tánger y Alhucemas son, en muchos casos, utilizados como espacios de reposo, bien para buscar un empleo, para recuperarse después de una enfermedad o parto o para establecerse durante un tiempo en el tránsito hacia Europa.
En Nador la DDM cuenta con un equipo variado, constituido por una veintena de personas de diferentes perfiles profesionales, procedencia y cultura: mujeres y hombres, europeos y africanos, cristianos y musulmanes…
Su compromiso es el de ayudar a las personas migrantes vulnerables que, independientemente de su lugar de origen, necesitan un apoyo médico o psicosocial, o bien un alojamiento seguro para poder descansar y recuperarse físicamente después de dar a luz o tras haber pasado por una operación. Su deseo es el de poder dar una respuesta eficaz y adaptada a las necesidades, cada vez mayores y más diversas, de estas personas que llegan a Nador después de haber salido de su tierra y de haber sufrido los estragos del camino.
En esa Delegación Diocesana participa de forma muy activa una comunidad de jesuitas, de la que el padre Alvar Sánchez sj es uno de los principales promotores en la DDM.
P: ¿Cuál es la evolución de la situación de la frontera en esa zona?: Externalización de la frontera, envíos “en caliente”, dispositivos de reenvío o de impedimento…
R: En el punto más estrecho de la frontera del mediterráneo occidental, Europa y África apenas distan 14 kilómetros una de la otra. Aquí confluyen las rutas migratorias del oeste y norte de África. En esta tierra de encuentro donde cohabitan diferentes tradiciones (magrebí, subsahariana y europea), lenguas (árabe, rifeño, francés, español) y religiones (musulmanes, judíos y cristianos), miles de personas pierden, cada año, la vida violentamente.
En el norte de África se abren los ojos frente al escaparate de la desigualdad más grande: el Producto Interior Bruto de todo el continente africano apenas llega al 10% del PIB europeo. Vivir ante la desigualdad nos condiciona la vida, tanto si estamos frente al escaparate como si formamos parte de él.
Según el colectivo Caminando Fronteras, 4.404 personas murieron a lo largo del 2021 en las rutas de acceso a España, lo que representa más del doble de víctimas que en el año anterior. Solo en el primer semestre de 2022 se han contabilizado 43 naufragios en los que personas de 23 países han encontrado la muerte. En la frontera terrestre con Melilla, 40 personas han perdido la vida en este año.
Europa dispone de medios para proteger las vidas de estas personas y asegurar el cumplimiento de sus derechos. Sin embargo, la UE parece preferir contribuir a hacer del norte de África un laboratorio de políticas de externalización de frontera orientadas al control de los flujos migratorios: una arquitectura que hace posible las medidas actuales de disuasión, contención y devolución de personas en situación de movilidad.
P: ¿En qué consiste el trabajo de las asociaciones del lugar y de la Iglesia local?
Desde la Delegación Diocesana de Migraciones (DDM), ofrecemos ayuda humanitaria como respuesta a la situación de vulnerabilidad que sufre la población en tránsito en la Frontera Sur. Promovemos la solidaridad con la población de riesgo sea cual sea su nacionalidad, raza o religión, y trabajamos por la protección de las personas y el respeto a sus derechos.
En los centros de la DDM, más de 6.000 personas vulnerables en situación de movilidad se benefician cada año de un diverso abanico de servicios: atención médica, psicosocial, legal, específica para la mujer, educativa y residencial en los espacios de acogida para personas convalecientes.
P: ¿Qué actividades realizan con las personas migrantes?
Las actividades que llenan de contenido estos servicios son la escucha personal y comunitaria para restablecer la integridad emocional y cubrir sus necesidades básicas; el acompañamiento y orientación de las personas en movilidad hacia las diferentes estructuras administrativas, educativas y sanitarias; la realización de talleres y sesiones de sensibilización, protección y prevención (salud, recursos, derechos…). También fomentamos la autonomía de las personas mediante programas formativos y ocupacionales, y acompañamos iniciativas sencillas generadoras de recursos económicos. En un sitio como este no puede faltar la ayuda de emergencia y la distribución de kits de primera necesidad.
También damos a conocer la aplicación móvil RefAid (activa ya en Marruecos y en la mayoría de los países europeos), que ofrece información gratuita y actualizada sobre las organizaciones de ayuda y los recursos disponibles. Contar con la información de los servicios disponibles contribuye a que las personas refugiadas, solicitantes de asilo y desplazadas en situación de vulnerabilidad sean más autónomas, dispongan de medios más seguros para llevar a cabo su proyecto migratorio y vean reducida la necesidad de ponerse en manos de terceros.
Nadie como la Iglesia dispone de una red de recursos y presencias capaces de llegar a coordinar iniciativas transfronterizas para dar respuesta a los retos de la movilidad humana. Promovemos el trabajo en red como medio para mejorar nuestras intervenciones.
P: ¿Cuál es su perspectiva de futuro? ¿Hay lugar para una mirada esperanzadora?…
Europa no solo tiene los medios para acoger a refugiados y demandantes de asilo, sino que también dispone de la evidencia científica (artículo) que afirma que los inmigrantes en general y los solicitantes de asilo en particular tienen un efecto positivo en variables como el producto interior bruto, los impuestos e incluso el empleo. Es una idea dominante entre los economistas el hecho de que la inmigración tiene efectos positivos y que son otras razones alejadas de la racionalidad económica las que alimentan el rechazo. Además, la ONU calcula que en el 2050 la Unión Europea tendrá un déficit de 60,8 millones de trabajadores y que, con la actual política migratoria, sólo se llegaría a cubrir el 23%. Europa necesita el capital humano que está rechazando.
¿Hay algún ejemplo que ya justifique esta teoría?
Viendo lo que sucede en esta frontera, no puedes evitar pensar en otros posicionamientos diferentes: el distrito de Adjumani (Uganda), que limita con Sudán del Sur, ha recibido a alrededor de 244.000 refugiados que conviven con la población local y gozan de libertades básicas como el derecho al trabajo, la libertad de movimiento y el acceso a servicios básicos esenciales. Los estudios (artículo) reiteran que la presencia de refugiados ha mejorado significativamente el acceso a los servicios sociales, como la educación y la atención sanitaria, para las comunidades de acogida en Uganda, rompiendo los estereotipos que los refugiados son fuente de tensión o pérdidas económicas para un país.
Sostenemos que a esta frontera llega un capital humano excepcional que se ofrece como bálsamo y remedio al envejecimiento demográfico de Europa, al déficit de trabajadores y a la carencia de un horizonte de sentido de unas sociedades que, necesitadas de ansiolíticos y antidepresivos, ven aumentar sus tasas de suicidio juvenil.
Un día reconoceremos nuestra interdependencia y vulnerabilidad común. Ese día abrazaremos nuestra humana verdad y compartiremos la alegría de proteger la vida del migrante como la de cualquier familiar. Ese día la familia humana resplandecerá agradecida y luminosa, y celebrará que hay destellos que la tiniebla no puede apagar.
La foto de portada es de la Delegación Diocesana de Misiones Senegal