Una década de destrucción y violación de derechos humanos
Han pasado 10 interminables años desde que en marzo de 2011, unas manifestaciones pacíficas a favor de la democracia en la ciudad de Deraa, en el sur de Siria, desencadenaron lo que hoy en día sigue siendo uno de los peores desastres humanitarios del siglo. Desde entonces, cerca de medio millón de personas han fallecido a causa del conflicto y 13 millones se han visto obligadas a abandonar sus casas, lo que supone más de la mitad de la población del país. Se trata del mayor éxodo de personas refugiadas desde la Segunda Guerra Mundial. El país ha quedado prácticamente destruido y el pueblo sirio lleva una década sometido a constantes violaciones de derechos humanos. La guerra ha puesto de manifiesto una crisis mundial de hospitalidad y el mundo ha visto cómo las partes implicadas en el conflicto han violado repetidamente la ley internacional humanitaria con total impunidad.
Líbano, acogida al borde del colapso
De las 13 millones de personas desplazadas, 6,6 han cruzado las fronteras y se estima que 1,5 viven en el país vecino, Líbano. Este pequeño país del tamaño de Asturias, cuenta con una persona refugiada por cada 4 habitantes, siendo la mayor tasa de refugiados/as per cápita del mundo. Líbano se ha mantenido relativamente estable, hasta mediados de octubre de 2019, cuando se produjeron unas multitudinarias revueltas populares en las calles del país para protestar por más de una década de empeoramiento de las condiciones de vida, corrupción y deficiencia en los servicios públicos. Desde entonces, Líbano ha entrado en una espiral de deterioro económico, político y social que ha dejado al país al borde del colapso.
En 2020, como en otros países, para evitar la propagación de la COVID-19, el gobierno de la nación impuso fuertes restricciones de movimiento en el país. Si bien estas restricciones han desempeñado un papel importante en la desaceleración de la propagación de la pandemia, es cierto que también han exacerbado las vulnerabilidades existentes. 9 de cada 10 personas refugiadas sirias y 7 de cada 10 libaneses habían perdido sus trabajos o habían sufrido recortes salariales debido a la COVID-19 en 2020. Según Naciones Unidas, hoy en día, un 89% de la población refugiada siria en Líbano vive en condiciones de extrema pobreza (34% más que en 2019). Al mismo tiempo, el porcentaje de población libanesa que vive en condiciones de pobreza ha subido hasta un 55% (28% en 2019). A esta compleja situación, hay que sumarle la explosión en el puerto de Beirut en agosto de 2020 que dejó más de 180 muertos, 6.500 heridos, 300.000 hogares afectados y un herida psicológica muy difícil de estimar pero muy palpable en la población beirutí. Esta crisis multifacética, ha producido un incremento de las diferentes formas de violencia (violencia doméstica, ataques xenófobos, ansiedad etc) y de los diversos mecanismos negativos de defensa (disminución de la ingesta alimentaria, endeudamiento, delincuencia, trabajo infantil y matrimonio precoz).
Crisis Educativa en Líbano
El porcentaje de niños y niñas refugiados sirios que no reciben ningún tipo de educación en Líbano se ha disparado, pasando de un 44% en 2019 al 57% en 2020, así como la tasa de trabajo infantil entre los menores refugiados sirios que ha pasado del 2,6% en 2019 al 4,4% en 2020. El impacto económico de la crisis multicausal en las familias libanesas ha provocado un éxodo de la educación privada a la pública ante la necesidad de redirigir recursos a la adquisición de productos y servicios de primera necesidad. De este modo, la educación pública se está enfrentando a una presión que excede su capacidad. Todo esto a pesar de que desde 2013, el gobierno libanés implantó un turno de tarde para absorber el flujo de estudiantes refugiados sirios. Sin embargo, en la actualidad se está priorizando cada vez más a los libaneses en los turnos de tarde, lo que provoca una exclusión aún mayor de los niños, niñas refugiados sirios. El funcionamiento del sistema educativo público de doble turno y la crisis económica (la moneda local ha perdido un 90% de su valor) ha significado el hartazgo del personal docente, lo que se ha traducido en numerosas huelgas de profesores que reducen aún más las pocas horas lectivas que están recibiendo los estudiantes.
JRS y Entreculturas garantizando el derecho a la educación en medio del caos
Desde Entreculturas y JRS creemos firmemente que una educación de calidad no es un privilegio, es un derecho humano universal que no se pierde en situaciones de emergencia o desplazamiento y cuyo cumplimiento es la llave para garantizar otros derechos fundamentales. Entreculturas apoya a JRS en la gestión de en un total de 8 escuelas en Líbano, en los municipios de Bar Elias, Baalbek, Jbeil y Beirut. En algunas escuelas se imparte el currículo oficial libanés para estudiantes sirios de entre 5 y 17 años (educación primaria hasta octavo grado) y en otras se proporcionaba apoyo escolar para estudiantes de escuelas públicas. Estas escuelas protegen a su alumnado desde todos los ámbitos: educativo, sanitario, psicológico y alimenticio, siguiendo la apuesta del JRS por un enfoque integral que demuestra cómo las escuelas son imprescindibles no solo para potenciar el aprendizaje sino también para garantizar el bienestar físico, mental y emocional del alumnado, lo que repercute positivamente en la familia y finalmente en la propia sociedad.
Con las escuelas cerradas, se analizaron las opciones disponibles para adaptar el modelo pedagógico del JRS a partir de la disponibilidad de tecnología de la población refugiada, la participación de los padres y la capacidad del profesorado. Se decidió que la mejor alternativa era adaptar los contenidos a un formato que se pudiera compartir por WhatsApp. Se abrieron más de 100 grupos con las familias a través de los que se difundió el material pedagógico con videos, notas de voz e imágenes. El alumnado realizaba las tareas en sus hogares y las enviaban a través de la aplicación al profesorado para su revisión. También se llevaron a cabo sesiones online sobre protección infantil, prevención, respuesta e información de utilidad ante la Covid-19, promoción de la higiene, valores, prevención de la violencia, importancia de la educación, autoestima y otro tipo de actividades psicosociales.
Si bien es cierto que el contenido del currículum ha tenido que ser reducido, la calidad del aprendizaje en remoto está aún pendiente de evaluar y que aproximadamente un 30% del alumnado matriculado se ha quedado fuera del sistema educativo, la transición ha permitido que el alumnado y las familias hayan mantenido y fortalecido el vínculo con la escuela. Los padres se han involucrado directamente en la experiencia de aprendizaje de sus hijos. Este vínculo ha mantenido la sensación de normalidad y progreso que proporcionan las clases, y el canal de protección que habilita una escuela con un programa educativo integral como es el caso de las de JRS. Esta estrategia responde la concepción de la escuela como un “espacio seguro” en donde el modelo pedagógico, se convierte en un instrumento de protección para la prevención y respuesta ante la violencia estructural y generalizada que padece la población refugiada en el Líbano.
Si quieres saber más no dudes en leer nuestro informe “Escuelas que protegen. La respuesta a personas refugiadas en Líbano en tiempos de pandemia y crisis educativa”.
Imagen de portada JRS.net