José Luis González es jesuita en la provincia de Centroamérica. Se fue en el año 90 a Honduras como voluntario tras terminar su carrera de medicina en Oviedo. Más tarde surgiría su vocación sacerdotal.
En Guatemala trabajó con población refugiada. Personas que volvían a Guatemala procedentes de Estados Unidos donde habían huido por el genocidio maya que tuvo lugar en la década de los 80. José Luis recuerda que fue también en esos años cuando surgió con fuerza el tema de la migración. Desde hace tres años está trabajando en un programa del Servicio Jesuita a Migrantes México en la frontera de Chiapas con Guatemala atendiendo a migrantes y refugiados centroamericanos que van camino de Estados Unidos.
Desde el SJM lo primero que hacen es ayuda humanitaria: comida y techo. Tienen comedores y albergues en los distintos corredores. Lo segundo es la atención legal, jurídica y sobre todo, psicosocial, a través de la oficina de atención al migrante donde hay un abogado, una psicóloga y una trabajadora social. “Es muy importante atender las necesidades emocionales de alguien que deja su país huyendo por causas de salvar su vida y que llegan después de que han matado a su esposa, a un hijo… vienen con problemas emocionales fuertes debido a toda la violencia que existe en Centroamérica”, cuenta José Luis desde la realidad que acompaña.
Pero para este jesuita lo más importante es promover la hospitalidad popular que ya existía en la frontera sur de México cuando miles de refugiados guatemaltecos cruzaron la frontera a causa del genocidio y fueron las familias mexicanas quienes les acogieron, “gente muy pobre”, añade.
Promueven esta hospitalidad popular a través de formación y organización y apoyando estos procesos de hospitalidad que nacen de iniciativas personales y familiares. José Luis nos comparte testimonios de gente que ha hecho de su casa un albergue de migrantes, gente que ha convertido el patio de su casa en albergue para personas que migrantes y refugiadas.
Acoger tiene riesgos, te puede traer algunas sorpresas, aclara, y cita al teólogo Gustavo Gutiérrez para recordar que “La opción por los pobres no es porque sean buenos, sino porque son pobres”.
Y a pesar de las sorpresas y de la inseguridad que a veces traen la acogida, muchas personas siguen acogiendo. “Esto es algo grandioso, nosotros solo podemos aprender de ellos…apoyar estas iniciativas con profesionales como abogados, psicólogos, de una manera cuidadosa para no romper los procesos autogestionados y sostenibles”. Es, concluye, una manera de vivir…