A finales del 2017, más de 68 millones de personas –casi el 1% de la población mundial– se vieron obligadas a abandonar sus hogares por razones de pobreza, violencia, guerra o amenazas a la propia integridad, según el informe de Tendencias Globales de Acnur.
Sin embargo, sólo un 37% obtuvo el status de refugiado, quedando el 63% sin acceso a la ayuda necesaria para la integración en los países de destino. Esta desprotección supone un gran obstáculo en el acceso laboral y habitacional, generando una inestabilidad económica importante en muchas familias que no la sufrían previamente.
La situación se ve agravada en los niños y niñas, dificultando su escolarización y colocándoles en especial vulnerabilidad frente a la explotación laboral o la trata sexual. Es, en muchas ocasiones, lo que ocurre con los menores extranjeros no acompañados (menas); menores de 18 años que viajan sin la tutorización de ningún adulto, entre los que se ha visto un repunte en los últimos años y que son objetivo de redes dedicadas al tráfico de menores.
Aunque se trata de cifras alarmantes frecuentemente presentes en los medios de comunicación, se sigue observando un aumento de conductas xenófobas entre la población. Ante esta situación, cabe replantearse cómo se está transmitiendo la información, si se está dejando de hablar de personas para hablar de cifras y sobre qué parte de la realidad global se está informando predominantemente.
Según la ONU, la mayoría de desplazamientos se producen dentro del propio país sin cruzar fronteras –lo que se denomina desplazamientos internos–, aunque desde 2009 se ha visto un repunte de los flujos migratorios internacionales. De manera contraria a lo que gran parte de la población conoce, el 86% son movimientos Sur-Sur, es decir, entre países empobrecidos, perpetuando la situación de desigualdad internacional. Actualmente, los países que acogen más personas refugiadas son Turquía, Pakistán, Uganda, Líbano e Irán.
¿Qué tiene que ver esto conmigo?
Los conflictos armados suponen la principal causa de migraciones forzosas. En muchos casos, estos conflictos se ven promovidos por razones económicas: la explotación a bajo coste recursos naturales, textiles y petroleros de países empobrecidos que se exportan a países enriquecidos a un precio asequible y maximizando el rango de beneficio. Sin embargo, si la oferta se rige por la demanda, como consumidores tenemos mucho que decidir sobre el tipo de producto que demanden estos países.
¿Cómo puedo contribuir a la mejora de esta situación?
Compra sólo cuando sea necesario y, a ser posible, de segunda mano; comprobando el origen de los productos que consumimos; difundiendo información veraz; desmintiendo rumores xenófobos con datos reales; y participando en iniciativas comunitarias que apoyen los derechos de las personas migrantes, como la que se celebrará en Zaragoza el próximo 20 de junio, Día Mundial de las Personas Refugiadas, a las 20.00 horas en la plaza de España. Y también exigiendo a los gobiernos vías seguras y soluciones orientadas a las causas del conflicto, ya que dada la situación en los países de origen, ninguna frontera, obstáculo o valla, por dura que sea, puede disuadir a una persona desesperada de buscar una salida.
Rocío Calvo, voluntaria de la delegación de Zaragoza y Experiencia Sur 2019