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NOCIONES PARA EL DIAGNÓSTICO DE LA POBREZA

Tiempo de lectura: 9 minutos

Piedras, Textura, Rocas, Material, Sólido

La pobreza humana es una realidad con infinitas dimensiones y sus definiciones dependen enormemente de la experiencia interindividual. Quizás conocerla y comprenderla es de las tareas que más contacto con la realidad en bruto requiere. ¿Es la pobreza una patología de nuestras sociedades? ¿qué síntomas la caracterizan? ¿en qué modos se ve expresada a través de los espacios y el tiempo? ¿tiene cura?

En este sentido la crisis de la COVID-19 nos aporta un ejemplo bastante valioso de la realidad de la pobreza en España, y con su correcta extrapolación, la del mundo. Fundamentalmente una crisis, (en el sentido que afecta a lo humano individual o grupal) es un periodo de tiempo en el que un proceso que venía gestándose latente y con insidia (hablamos de fuerzas que presionan el equilibrio hacia alguna dirección) estalla y se acelera hasta que alcanza un estado agudo. Como resultado, el ámbito en el que se genera y sus ocupantes pueden bien absorber el cambio manteniéndose como están o ser radicalmente cambiados por ello (ya sea para bien o para mal). La magnitud de la crisis y el estado en que lo afectado se encuentre previamente determina qué resultado acontece. En el momento agudo de una crisis (personal, social, económica, natural o de cualquier tipo) las personas experimentamos un profundo sentimiento de pérdida de control y una fuerte expectativa de que ocurrirán adversidades que no podremos superar. Esto causa los sentimientos de pánico y ansiedad que caracterizan el momento de llegada de una crisis a nuestra vida o a nuestra comunidad.

Sin embargo, si algo bueno tiene una crisis es que desvela, evidencia y explicita un conjunto de fuerzas en movimiento que sin darnos cuentan condicionan nuestras vidas; que normalmente se expresan en una sintomatología. Una crisis puede ser devastadora, pero no aprender de ella es incluso peor. La pandemia ha revelado una amplia gama de procesos de exclusión y pobreza. La saturación de información que vivimos y la constante disociación que ejercemos sobre aquellos datos o realidades que tienen que ver con la pobreza, que nos incomodan y nos causan disonancia como sociedad es en gran parte responsable de lo inadvertidos que pasan los procesos de exclusión a nuestro alrededor.

Los síntomas de la pobreza: Fragmentación

Múltiples informes están siendo publicados en este tiempo donde comienza a parecer que la peor parte de la pandemia es historia. Algunos son el informe de la Fundación FOESSA junto con Cáritas Española, “Sociedad Expulsada y Derecho a Ingresos”. El Informe Rojo 2021 de Entreculturas “Sistemas educativos interculturales” o el de la Red Europea Antipobreza (EAPN, por sus siglas en inglés) “The impact of COVID-19 on people experiencing poverty and vulnerability”. Una constante en estos estudios e informes es el lema: “No dejar a nadie atrás”. Estas palabras han pasado a caracterizar radicalmente la lucha social, ciudadana o cooperativista que se ejerce para paliar las consecuencias de la crisis sanitaria.

Claro, cuando se tiene esta impresión de “dejar gente atrás”, hay que preguntarse ¿por qué esta sensación se intensifica ahora que ha llegado la crisis? ¿expresa algo que ya ocurría pero de lo que no éramos plena y constantemente conscientes? Para responder a estas preguntas, hay que remitir al fenómeno que se propone como nuclear en esta “sintomatología” de la pobreza, la fragmentación. La fragmentación entendida como el progresivo enfriamiento de la comunicación, la disminución en la transfusión de capitales (educativo, financiero, psicológico o cultural) y el alejamiento de las percepciones vitales entre las personas de una sociedad.

El enfriamiento de la comunicación en este sentido supone un compartimentación de la sociedad en burbujas relacionales. Las personas experimentan que las condiciones que viven impiden que se produzcan encuentros comunicativos con otras con condiciones diferentes. Este fenómeno se intensifica cuanto más extremas son las condiciones, por ejemplo, lo vemos fuertemente expresado en el sinhogarismo. Dentro de la investigación, este aspecto del aislamiento comunicativo ha sido precisamente formulado como uno de los factores fundamentales en la cronificación del sinhogarismo (Bachiller, 2010). También está intensamente relacionado con la disminución en la transfusión de capitales. La antigua mirada en la pobreza como una falta de recursos económicos-financieros, se reemplaza al atender a la riqueza como un espectro más amplio (Bebbington, 1999; Abel & Frohlich, 2021). El recorrido educativo, la información como un determinante esencial del desarrollo o la adquisición a las edades adecuadas de todo el universo de herramientas psicológicas que condicionan la resiliencia de una persona son algunas de las variables a tener en cuenta. Estos son los capitales invisibles que jerarquizan nuestras sociedades, el dinero es algo tan fluido que podría incluso considerarse una consecuencia de los otros capitales. Además, no sólo ocurre que el reparto de estos capitales es desigual, lo importante es que la capacidad como persona para aumentar tu capital (moverte en el estrato social) se hace más complicado. Es decir, se rigidifica la capacidad para fluir dentro de la jerarquía porque los capitales quedan con más frecuencia encapsulados dentro de los mismos círculos relacionales (familias nucleares o extensas, grupos de conocidos…). Y, finalmente, la gran consecuencia: el alejamiento perceptual.

Como consecuencia de la falta de comunicación y las diferencias en las condiciones de vida y la capacidad para cambiarlas; las realidades que percibimos se polarizan más y más. Esto, está fuertemente incrustado dentro de lo que llamaríamos la fenomenología de la pobreza (Reeves, Parsell & Liu, 2020), es decir, la experiencia de lo que significa vivir en exclusión. Las personas como sujetos activos reaccionamos y elaboramos nuestra identidad, expectativas y nuestra percepción de resistencia ante las cosas según lo que experimentamos. Las oportunidades, amenazas, fortalezas y debilidades que una persona se atribuye está principalmente están condicionadas por su percepción del entorno y de sí mismo. Es decir, se podría hipotetizar que las personas más pobres ven el mundo como un lugar con más amenazas que oportunidades y se ven a sí mismos más débiles que fuertes; a grandes rasgos.

En conclusión, como aspecto esencial de la sintomatología de la pobreza encontramos la división y polarización en muchas dimensiones y ejes de nuestras sociedades. Las causas y las consecuencias que el aumento o la disminución de la fragmentación tiene son prácticamente infinitas y han de ponerse en contraste con el momento histórico y cultural, así como con la vida individual de cada uno de nosotros. Crisis tan transcendentales como la de 2008 o recientemente la de la COVID-19; facilitan que estos procesos salgan a la luz (mediática, por ejemplo). No sólo eso, también cómo responde cada grupo a estas circunstancias nos ayuda a detectar la calidad (en el sentido de la resiliencia) de nuestras sociedades.

Una idea sobre la perpetuación de la pobreza: Disociación

Cuando encontramos que un proceso patológico como la pobreza se mantiene crónico y con expresiones parecidas durante tanto tiempo, debemos entender que hay fenómenos que la perpetúan o que impiden de forma generalizarla superarla. En general, la perpetuación de la pobreza se ha atribuido al interés de las élites por mantenerse en el poder (Sun-Hee Park, 2001; MacNeill, 2017). En países con sistemas sociales autoritarios o sumamente desiguales, donde no existe por ejemplo clase media, este modelo puede seguir funcionando. Sin embargo, por lo general, en las sociedades occidentales, estas élites se ven mucho más diluidas y la capacidad para retener el poder de forma tan radical y durante tanto tiempo lo encontramos en menos casos. De esta forma, debemos atribuir que en los países desarrollados como España, la pobreza se mantiene de forma sistémica y global. De la misma forma que el poder y el capital han sido democratizados, también se ha diseminado y repartido la responsabilidad de que éste no quede igualmente compartido. También incluso, desde nuestra posición como ciudadanos globales.

En estos países occidentales, la perpetuación de la pobreza requiere de una conceptualización diferente. Lo que observamos es un proceso (que varía entre individuos y momentos) de disociación, entendida como la continua represión de la asociación entre algo en lo que Yo tengo poder de incidencia y algún tipo de consecuencia. Por ejemplo, ¿qué sucede normalmente cuando estamos en un semáforo y alguna persona que mendiga nos ofrece clínex o limpiar el parabrisas por dinero? Lo más habitual suele ser no mirar a los ojos de esta persona o contestarle negando con la cabeza sin bajar la ventanilla, para establecer el menor contacto emocional y empático posible con su realidad. Esta es una situación sumamente demostrativa de esta no-asociación (disociación) entre Yo y la realidad de esa persona.

Esto ocurre porque convivir con los privilegios que tenemos en nuestra vida a la vez que con la realidad de la pobreza, es algo que levanta múltiples preguntas e incertidumbres. Y si algo está claro es que al ser humano no le gusta sentirse incierto con lo que es o tiene. Esto no quiere decir que la pobreza sea una realidad que tengamos que asumir como una culpa moral sobre nosotros en el sentido más radical. La mayoría de la sociedad simplemente ha nacido en un contexto y busca vivir igual que como creció o mejorar su estilo de vida, debido a la fragmentación nos movemos en burbujas y crecemos sin culpa de los privilegios que tenemos porque asumimos que es lo normativo. Sin embargo, el hecho inamovible es que el capital (sea de la naturaleza que sea) es un bien finito, y si ciertas personas consiguen acumular algo es gracias a otros miembros de esa comunidad no lo tienen. La riqueza no puede no ser poseída por alguien, todo lo que tenemos es a expensas de que otro no lo tiene. Vivir con esta verdad es complicado, por ello creamos la disociación que nos permite convivir en la realidad de la fragmentación de forma coherente, cómoda y fluida. Los seres humanos tenemos mecanismos sociales profundamente incrustados en nuestro funcionamiento y por lo general no lidiamos bien con la desigualdad, aunque suene paradójico observando las sociedades que hemos creado. Pero, que el ser humano esté incómodo con la inequidad no significa que la haga desaparecer, significa que se esfuerza por mantener este hecho fuera de su consciencia el mayor tiempo posible.

 

Conclusiones: aprender de las crisis

Como decíamos al comienzo del artículo, debido a las crisis nuestras sociedades experimentan estos síntomas de la forma más intensa. También las crisis, según su magnitud, disrumpen la disociación. Las desigualdades se hacen tan evidentes que nuestros mecanismos habituales no funcionan y nos encontramos con la realidad de la pobreza con toda su complejidad. Esto ha sucedido en el último año por ejemplo en Madrid con la tormenta de Filomena, con el Coronavirus o ahora con el volcán de las Palmas. También lo hemos vivido en numerosas ocasiones como el terremoto de Haití u otros desastres naturales. Solemos observar un incremento puntual en las ayudas y en la atención de los medios a las desgracias ocurridas hasta que pasa un determinado tiempo en el que otros temas más diferentes ocupan el espacio central de reflexión cultural.

Un objetivo ante este panorama, es incorporar mecanismos de aprendizaje resiliente tras este tipo de eventos críticos. La otra alternativa a la resiliencia es el aumento de la precariedad y el empeoramiento de nuestra salud como el sistema de personas que componemos. La COVID-19 además de las consecuencias físicas sobre los países, supone un evento traumático, con un impacto mayor en aquellos grupos con un déficit en las herramientas de afrontamiento. Medir la pobreza en términos cuantitativos y económicos, nos impide ser del todo conscientes del impacto sobre la fragmentación y la disociación que tienen las crisis. Los espacios que permitan hacer este tipo de diagnósticos y que reduzcan los síntomas son un importante objetivo para la lucha contra la pobreza. Permitir procesos de comunicación entre personas en diversidad de circunstancias como el voluntariado, facilitar que los capitales no se encapsulen, crear métodos para adquirir una percepción clara, realista y común sobre qué nos ocurre como sociedad son objetivos necesarios para reducir la pobreza. Y por supuesto, diseñar estrategias a todos los niveles para convertir la disociación en conscienciación, como última y definitiva herramienta contra la patología social que compone la pobreza. Porque de nuevo, la crisis puede ser devastadora; pero no aprender de ella es peor aún.

 

Referencias

Abel T., Frohlich K.L. (2012). Capitals and Capabilities: Linking structure and agency to reduce health inequalities. Social Science & Medicine. 74, pp. 236-244.

Bachiller, S. (2010). El aislamiento social como supuesto articulador de las teorías sobre la exclusión y el sinhogarismo: críticas y aportes etnográficos. CUHSO. 19 (1), pp. 9-21.

Bachiller, S. (2010). Exclusión, aislamiento social y personas sin hogar. Aportes desde el método etnográfico. EKAINA, pp. 63-74.

Bebbington, A. (1999). Capitals and Capabilities: A Framework for Analyzing Peasant Viability, Rural Livelihoods and Povrerty. World Development. 27(12), pp. 2021-2044.

MacNeil, T. (2017). Development as Imperialism: Power and the Perpetuation of Poverty in Afro-Indigenous Communities of Coastal Honduras. Humanity & Society. 41(2), pp. 209-239.

Reeves, L. S., Cameron, P., Liu, S. (2020). Towards a phenomenology of poverty: Defining poverty through the lived experiences of the “poor”. Journal of Sociology. 56(3), pp. 439-454.

Sistemas educativos interculturales para no dejar a nadie atrás en tiempos de la COVID (2021) Muñoz, V. Entreculturas, Informe Rojo.

Sociedad Expulsada y Derecho a Ingresos (2021). Fundación FOESSA, Análisis y Perspectivas 2021.

Sun-Hee Park, L. (2001). Perpetuation of Poverty through Public Charge. Denver Law Review. 78 (4), pp. 1162-1176)

The impact of Covid-19 on people experiencing poverty and vulnerability (2020). Malgesini, G. EAPN Report.

 

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