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¿Qué te pasa, Ecuador?

Tiempo de lectura: 4 minutos

Hace un par de semanas, preocupadas por las protestas y violentos acontecimientos que sacudían Ecuador y un poco despistadas por las noticias que nos llegaban a través de las redes y medios de comunicación, decidimos escribir a Carlos y Eva. Esta joven pareja dejó su casa de Madrid para vivir la experiencia de voluntariado internacional VOLPA en Guayaquil, Ecuador. Ellos iban a poder transmitirnos qué estaba pasando realmente y contarnos qué impacto estaba teniendo esa convulsión social en las vidas de las personas que les rodean, que conforman su tejido de afectos y relaciones en Guayaquil.
Tenemos aquí las palabras que nos compartieron durante esos días. Gracias por acercarnos a esta realidad.

Y acá estamos, en Guayaquil, en Ecuador. Llegamos aquí hace ya 7 meses. Desde nuestra llegada a uno de los barrios más humildes en una de las ciudades más peligrosas de Latinoamérica lo único que recibimos fueron atenciones y cuidados. A cambio de nada nos fuimos encontrando con personas que nos regalaban sus historias y con las que compartíamos las nuestras. Y entre la gente, en el día a día, vas conociendo sus barrios, su ciudad, su país, su cultura.

Ecuador es un país chiquito con cuatro regiones hermosas en donde encontrar desde imponentes volcanes entorno a 6000m de altitud, hasta las islas con mayor biodiversidad del planeta. Su historia está llena de tradiciones, cultura, folklore… pero sobre todo de personas. Un pueblo que aún habla orgulloso de su lucha, unidos, frente a las dificultades y ante aquellos que quisieron, quieren, y consiguieron cambiar su historia.

 Los ecuatorianos se han levantado una y otra vez. Y es que además de soportar las diarias sacudidas de la tierra también han sufrido invasiones y durísimos procesos de independencia, democratización, dolarización… Y ahora el “paquetazo”: El paquete de medidas impuesto por el gobierno, impulsado por los acuerdos con el FMI, golpea duramente a las personas, sobre todo a las más humildes.
Esas con las que compartimos nuestro día a día, de las que algunos días no pueden venir a la escuela porque no tienen 30 centavos para el autobús y ahora van a tener que pagar más por la subida de los combustibles. De las que a duras penas pueden comer algo más que arroz y plátano una vez al día, dando gracias a Dios, y que ahora van al mercado y ven encarecidos hasta los productos más básicos. De las que van a vivir sus vidas trabajando más, si es que, por suerte, y aquí hay poco de eso, tienen trabajo, pues pasan de 30 a 15 días de vacaciones, contribuyen con un día al mes de su salario al gobierno, y trabajando por menos, pues los nuevos contratos bajan hasta un 20%.
Y sí, la gente ha tomado las calles. Sobre todo los indígenas. Lo hicieron desde sus casas caminando a pie, sin descanso, durante días, hacia Quito para pedir explicaciones, como han hecho en otras ocasiones. Sin entender cómo en su país las decisiones no las toman ellos, o al menos no las toman pensando en ellos aquellos que son elegidos por y para el pueblo. Y a los indígenas se une más y más gente, cansada de aguantar golpes que siempre van directos a los mismos y que pocas veces perjudican a otros tantos. Y que curiosamente siempre vienen de lejos, aunque cada vez mejor camuflados. Con un plan preestablecido y manejando el poder, la información y la fuerza.
Escribimos estas líneas desde el corazón, desde un humilde barrio de Guayaquil, en Ecuador, en el Sur. Y las escribimos buscando reflexión. Porque estando aquí, codo con codo, compartiendo vida con todas estas personas nos duele ver cómo el Norte, y ese otro Norte que todos llevamos dentro, nos sigue impulsando a creer saber qué es mejor, a buscar rápidos culpables, porqués, justificaciones, a imponernos desde lo racional para ofrecer recetas en forma de medidas o paquetes, y convencer y si no es posible vencer, como sea. Jugando a ser jueces del Sur, jugando con las vidas del Sur, sin detenernos a su lado, a escuchar, aunque griten llamando nuestra atención. A escuchar aquellas voces, tantas veces silenciadas, que tienen mucho que decir, desde lo sencillo, lo más básico, no ya desde el corazón, si no desde las tripas. Pues cuando nos damos cuenta de que están jugando con nuestra vida, juegan con nuestro pan o el de nuestras familias… todos rugiríamos, y bien fuerte ¿o no?
 
Como símbolo de apoyo a la lucha del pueblo ecuatoriano aquí va nuestro pequeño homenaje. Comenzamos a pintar este mural el mismo día que comenzó a movilizarse el pueblo y con la ayuda de nuestros vecinos y vecinas, adultos y niños y niñas, lo hemos ido pintando en estos días de paro, de escuelas cerradas, falta de transportes, robos y saqueos en las calles, toque de queda… Un mural que representa la cultura indígena de este hermoso Ecuador. Aún nos queda trabajo, como lucha a esta maravillosa gente con la que compartimos camino, con la que compartimos vida.
Eva y Carlos.

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