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¿Se puede aprender la solidaridad?

Tiempo de lectura: 2 minutos

A veces veo gente con cualidades que admiro y no me veo capaz de imitar. Por ejemplo, ¿podría ser tan generoso como mi abuela a base de esfuerzo? Y si perseverara mucho, ¿lograría ser tan solidario como alguno de los misioneros que he conocido? Posiblemente no, pero lo que sí podemos hacer es abonar nuestro corazón para que esa sensibilidad nazca en nosotros con mayor facilidad.

Esa es la idea con la que me acerqué al curso Fronteras de Entreculturas, un conjunto de talleres para que los que queremos vivir de otro modo intercambiemos ideas y demos con formas de hacerlas aterrizar. No le di muchas vueltas a apuntarme o no porque ya estaba participando en el programa VOLPA de Madrid y estos talleres eran parte de nuestra formación. Sin embargo, al ver que tantas personas ajenas al proceso VOLPA se acercaron a las charlas, me sorprendí.

En mi experiencia, en estas actividades normalmente hay más jóvenes que mayores, más mujeres que hombres y más españoles que personas de origen migrante. Pero allí había gente de todos los pelajes, incluidas dos personas de la edad de mis padres y un chico camerunés. ¿Por qué se habían apuntado? ¿Tan especial era esa actividad que yo estaba haciendo por pura inercia? Supongo que entonces espabilé, decidí aprovecharla y cambié un poco mi mirada, que es precisamente de lo que va el asunto.

Todos los asistentes a Fronteras compartíamos la misma misión: hacer posible otro mundo. Aunque también, como veníamos de sitios diferentes, cada uno tenía una idea de cómo lograrlo. Esto puede originar debates eternos si uno desea enrocarse en su postura. No obstante, si es capaz de escuchar al otro, da lugar a un intercambio maravilloso en el que descubre un montón de matices que nunca se había parado a mirar.

Creo que es algo que nos ha sucedido a todos los asistentes con, por citar uno de los talleres, el de género que impartió Celia Garrido. Este tema, que ha entrado tan de golpe en la agenda pública, nunca está exento de polémicas. Pero en vez de tirarnos los trastos a la cabeza, en Fronteras tuvimos un diálogo de verdad en el que cada aprendió del otro y salió con una idea diferente a aquella con la que entró.

Así, mientras las mujeres de mayor edad cayeron en la cuenta de las situaciones de discriminación que habían sufrido a lo largo de su vida, las más jóvenes también valoraron en estas mujeres su lucha por sacar adelante a sus hijos. Y los hombres que fuimos al taller fuimos especialmente afortunados, pues no teníamos ni idea y aprendimos de golpe las dos cosas.

En definitiva, si cada uno de nosotros era diferente pero todos aprendimos algo, seguramente será porque Fronteras tiene una lección que enseñar a cualquier persona que pase por sus talleres. Incluso aunque se vea incapaz de ser tan generoso como su abuela.

Rodrigo Moreno Quicios, ha sido VOLPA en formación de la delegación de Madrid en el curso 20018-2019

Fotografía de portada: Archivo VOLPA

Aquí información sobre el curso en su versión online 

Fronteras

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