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¿SEGUIMOS EDUCANDO COMO SI LA “NORMALIDAD” FUESE A VOLVER?

Tiempo de lectura: 3 minutos

Vivimos tiempos frenéticos plagados de hechos absolutamente excepcionales: fenómenos meteorológicos extremos, desabastecimientos de múltiples bienes, grandes crisis económicas que se entrelazan, pandemia… Las causas detrás de estos hechos con múltiples, pero entre ellas son determinantes las ambientales: cambio climático para comprender los fenómenos meteorológicos extremos, límites materiales tras los desabastecimientos, crisis energética motivando la crisis económica o pérdida de biodiversidad impulsando nuevas pandemias.

Ante esta avalancha de sucesos excepcionales, cada vez más personas se dan cuenta que no va a existir ninguna “nueva normalidad”, sino que lo que nos espera es una “continua excepcionalidad” en la que el entorno, ese que creíamos que controlábamos, en realidad va a mostrar, está mostrando ya, las implicaciones profundas de que el ser humano sea profundamente ecodependiente.

No podemos educar como si nada de esto estuviese sucediendo, como si el siglo XXI fuese a ser una continuación del XX, cuando está siendo una ruptura radical. ¿Cómo se tiene que reconfigurar el sistema educativo?

En primer lugar, puede aprovechar lo que está sucediendo. En un contexto de excepcionalidad constante, los aprendizajes, desgraciadamente a golpe de shock, son muchos y ricos. Por ejemplo, con la COVID-19 hemos aprendido que para vivir necesitamos muchísimo menos que lo que el sistema económico produce, que se puede poner el cuidado de la vida por encima de la generación de beneficios o que lo que realmente nos hace felices son las relaciones humanas de calidad y no el consumo. En todo caso, son aprendizajes frágiles y que, por lo tanto, necesitamos fijar. Esta es una primera tarea del sistema educativo.

Autoría desconocida

Pero la cuestión no es solo fijar, sino también entender. Comprender cuales son las causas de lo que estamos viviendo, cómo se entrelazan los factores ambientales con los sociales y los económicos, o qué sistemas económicos y culturales consiguen vivir en paz con el planeta.

Fijar, entender y, en tercer lugar, adelantar. Si una de las funciones centrales del sistema educativo es capacitar al alumnado para que se desenvuelva en la vida, es determinante considerar que nuestras sociedades van a tener que organizarse en un contexto de cambio climático y crisis ecosistémica. Los niveles de distorsión de estos dos macrosistemas son tan altos que, incluso en el mejor de los casos, se mantendrán durante los próximos siglos. Pero además, vamos a tener que satisfacer nuestras necesidades con poca energía y materiales, que además tendrán que ser renovables en ambos casos. Todo esto lleva acoplados una serie de aprendizajes, por ejemplo, a cultivar en las nuevas condiciones climáticas, a crear proyectos justos y resilientes de satisfacción de necesidades básicas que sean replicables y/o escalables por las mayorías sociales, o a reparar herramientas sencillas y básicas.

Esto obliga a un cambio curricular profundo en el que replanteemos los objetivos, contenidos, método y evaluación. Una transformación programática que va a requerir de nuevos materiales metodológicos para que pueda ser llevada a cabo. Desde FUHEM, lanzamos herramientas curriculares y docentes, pero que no son ni mucho menos suficientes: hace falta una creación mucho más extensa y diseminada por el conjunto de la comunidad educativa porque… no podemos seguir educando de espaldas a las condiciones ambientales que están impulsado que nuestro mundo se esté transformando profundamente. Sería una tremenda irresponsabilidad.

 

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