Me llamo Judit González y soy trabajadora social especializada en violencia de género. Durante este último año he estado como voluntaria realizando labor de trabajadora social en un proyecto social de vida llamado Samaritanas, ubicado en la ciudad de Managua, Nicaragua. Este es uno de los cinco proyectos de las Comunidades Eclesiales de Base, comunidades formadas por personas comprometidas en la búsqueda de una vida digna para todas las personas. Para ellos y ellas, la fe y la justicia social van caminando de la mano.
El proyecto Samaritanas nació hace más de 20 años debido a la realidad de muchas niñas, adolescentes y mujeres víctimas de la explotación sexual comercial (ESC) en dos focos principales de la capital Nicaragüense. Posteriormente, la población meta fue aumentándose y actualmente también atiende a todas aquellas personas que se encuentren en situación de riesgo de exclusión social con el objetivo de reconstruir sus vidas a través de una atención integral.
Comencé esta experiencia hace más de un año y son muchos los aprendizajes, vivencias, experiencias, sentimientos y personas que se me han regalado en este tiempo. Ser voluntaria es un asunto serio. Es una experiencia personal, una ocasión para el aprendizaje humano y desarrollo personal de enorme potencia. Cuanto más te impliques, cuanto mayor sea tu experiencia, mayor regalo te llevas. Además, creces en humanidad y conocimiento, te descubres a ti misma encontrando capacidades y habilidades que ignorabas tener.
Me gustaría compartir la carta que escribí al grupo de mujeres adultas que reciben talleres en Samaritanas y a las cuales acompañamos y nos acompañan. Creo que puede ofrecer unas pequeñas pinceladas de lo que es esta vivencia para mí.
Queridas compañeras, queridas amigas:
Resulta muy complicado escribiros esta carta, pues es difícil tener que comenzar a despedirse de personas tan especiales y queridas como lo son ustedes para mí.
Escribo y reescribo estas líneas temblando, vibrándome el corazón. Llevo mucho tiempo pensando en este momento, en todo lo que os quiero decir y agradecer, y como os he dicho, resulta complicado encontrar las palabras que reflejen toda la gratitud, amor, inspiración, fuerza, lucha e ilusión que me habéis transmitido en este tiempo, y que me va a dar fuerzas allá donde vaya.
Quiero deciros que este tiempo con ustedes, este tiempo en Samaritanas, es algo que he querido vivir desde que era muy pequeña. Recuerdo decirle a mi madre que quería irme a otro país de voluntaria cuando tan solo era una niña de 7 u 8 años.
A día de hoy pienso y reflexiono que desde bien pequeña quería vivir esta experiencia y que tenía que encontraros en mi historia y que ustedes debían formar parte de ella.
Muchas han sido las motivaciones que me han empujado a conseguirlo, a pesar de los obstáculos y miedos. Ahora, tras un año en esta casa, muchas de esas motivaciones han cobrado nombres y rostros que me llevo por siempre guardados en el corazón: Fátima, Katherine, Flor, Anielka, Josseling, Zaid, Francisco, Shirley, Maura, Mayra, Miurell, Rosaura, Maybellin, Mariana, Jonathan, Hilary, Steven, Rodrigo, Norlan, Brenda, Yubelka, Dora, Claudia, Alicia, Alisson… Siento que tengo el corazón lleno de nombres que me van a acompañar siempre.
Os estoy eternamente agradecida. Habéis conseguido que esta experiencia, este sueño, se pinte de un millones de colores.
Gracias por acogerme durante este tiempo. Por hacerme sentir una más de La Habanna, del Barrio La Luz, del Camilo, del Dimitrov, de Managua.
Gracias por cada taller, por cada compartir, por cada encuentro en Samaritanas. Gracias por la acogida en vuestros hogares, por abrirme las puertas de par en par.
Gracias por esa confianza depositada en mí. Por contarme y hacerme partícipe de vuestras alegrías y tristezas. Por compartir vuestras vidas conmigo y dejarme entrar en ellas. Gracias por ofrecerme la oportunidad de crecer juntas.
Me siento una privilegiada de la vida por haber compartido con ustedes este caminar. Vuestras vidas, las de vuestros hijos e hijas, me darán fuerzas para seguir luchando por un mundo diferente. Aunque os aseguro, que mi mundo interior ha cambiado por completo.
Judit González es trabajadora social especializada en violencia de género y VOLPA en Nicaragua