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¿SIGUE HABIENDO COVID EN LAS ESCUELAS DE AMÉRICA LATINA?

Tiempo de lectura: 5 minutos

Al comenzar el nuevo curso escolar nos hemos preguntado cuál será la situación actual de acceso a la educación para los niños y niñas de América Latina. ¿Sigue el COVID afectando su proceso educativo? ¿Qué secuelas ha dejado en las escuelas de estos países?
Nos hacemos una idea gracias al testimonio de 3 docentes españoles que este verano han prestado voluntariado durante un mes en Ecuador, Guatemala y Perú. Aquí su relato:

ECUADOR

Cuando llegué al aeropuerto de Ecuador tras varias infernales horas de vuelo, una de las principales cosas en las que me fijé fueron las mascarillas: si había, si no, si la gente podía permitírselas, o si por el contrario la falta de recursos sobrepasaba las medidas de seguridad del Covid. Me preguntaba cómo habría impactado la pandemia en los países latinoamericanos. Si habría habido muchos muertos, si los contagios continuaban por entonces y cómo se viviría la situación en las escuelas, qué medidas se tomaron y si la cosa estaba ya mayormente normalizada, tal y como pasaba en España.

Nada más llegar nos hicieron ponernos las mascarilla, o como decía la población ecuatoriana “los tapabocas”. Recuerdo nuestra reacción a esa palabra, esa primera idea que mi compañera y yo nos hicimos de la situación por la que había podido pasar el país. No llegamos a imaginarnos la verdadera realidad que sufrieron. Algunas personas seguían tomando precauciones, otras dejaban las medidas de seguridad al margen, a pesar de que por entonces el gobierno continuaba decretando su obligatoriedad en las zonas públicas.
Claro, ¿Con qué dinero van a comprarse un tapabocas para cambiarlo cada ocho horas si no tienen casi para alimentar a la familia? El gobierno no había ofrecido ni ofrecía bajas laborales por Coronavirus, por lo que la población (que necesitaba trabajar para subsistir) no podía permitirse faltar al trabajo aunque cayera enferma.

Niñas de FyA Ecuador estudiando durante la pandemia

En el ámbito escolar, el equipo de docentes con el que teníamos contacto nos contaba cómo durante la pandemia la escolarización fue muy difícil de llevar a cabo, prácticamente nula. El 90% de las familias no podían pagar ni 5 dólares para escolarizar a sus hijos/as, o sea que mucho menos tenían acceso a un ordenador con Internet; por lo que seguir el curso escolar vía online solo se podía permitir en las escuelas de mayor nivel económico.
Ya que no podían ir al colegio, los niños ayudaban a las familias a trabajar y las niñas se quedaban ayudando a las madres en las tareas de casa. Situaciones como éstas supusieron que durante los años posteriores a los confinamientos mundiales los niños y niñas de las escuelas, entre ellos los y las más de 27.000 estudiantes de Fe y Alegría, no pudieron acceder a una educación básica y, consecuentemente, llevó a un retraso madurativo y educativo en la población infantil, provocando que muchos de estos menores se viesen sumergidos en problemas de varia naturaleza desde bien temprano.

Actualmente, la normalidad ha vuelto a las aulas. A pesar de la obligatoriedad de las mascarillas y otras medidas de higiene, hoy en día el alumnado transcurre su jornada escolar en las clases como en tiempos previos a la pandemia, a pesar de que sigue habiendo contagios.

En definitiva, la pandemia supuso un daños irreparable a Ecuador y a los países del Sur. Ojalá hubieran tenido recursos para afrontarla mejor, ojalá se hubieran cansado de los tapabocas, pues eso significaría que los habrían usado. Es triste pensar como la salud de las personas, la educación de los niños y niñas, las familias, civilizaciones de indígenas completas, y todas las personas del Sur, han podido verse afectadas de tal manera. Una situación irreversible, que aún continua suponiendo muchos problemas y pasos atrás.

GUATEMALA

En la realidad de los colegios de las comunidades indígenas en la Villa de Jocotán el Covid ha sido una dificultad más para que los niños lleguen a las escuelas.

La necesidad de adaptarse a las nuevas circunstancias ha hecho que los niños y niñas asistieran a clase sólo durante dos horas, dos o tres días a la semana, porque era lo que permitía la enseñanza por grupos burbuja.
Incluso antes del Covid, para muchos de estos estudiantes era complicado ir al colegio, por tener que trabajar en casa o en el campo antes de las clases. La asistencia a la escuela es para estos alumnos y alumnas una vía de escape de las duras realidades que viven en casa.

Ph: Julio Pérez

Además, ha habido necesidad de readaptar su alimentación. Previo a la pandemia las madres de las comunidades se acercaban a la escuela para preparar el almuerzo, un momento de compartir entre ellas y atender a sus hijos e hijas. El hecho de asistir a la escuela hacía que muchos de ellos obtuvieran el alimento del día. Ahora, los planes de alimentación del estado han cambiado y se les proporciona una bolsa con algunos alimentos básicos con la que se abastece toda la familia durante un mes. Esto, en consecuencia, afecta a la nutrición de los niños, a su desarrollo y por tanto al rendimiento escolar y a sus proyecciones de futuro.

PERÚ

Sin saber qué me iba a encontrar me encaminaba este pasado junio hacia Perú, con lo esencial en la maleta y con las ganas de probarme a mí mismo tanto en la labor de docente como en la de una persona dispuesta a renunciar a todas las comodidades con las que cuenta en su día a día. Durante horas de espera en aeropuertos y estaciones; vuelos, autobuses y algún transporte de los que muchos por su poca fiabilidad se escandalizarían, me fui adentrando en una cultura y forma de vivir diferente, hasta llegar a la casa que sentiré siempre como mía: Pueblo Libre, Malingas.

Las escuelas de Fe y Alegría, en concreto la número 48, en la que presté mi voluntariado, son personas con nombres y apellidos (Janet, Marleny, Farex…) que convierten su profesión en vocación. Una vocación que se ve muchas veces puesta a prueba por las dificultades que rodea el contexto en el que se encuentra. En mi desempeño de realizar talleres con los niños y las niñas de varias escuelas, me encontré con una brecha digital enorme y me hice consciente de que en nuestra vida llena de facilidades solemos dar todo por hecho, como por ejemplo tener conexión a internet, wifi, videoconferencias… Herramientas imprescindibles para aliviar el gran vacío que ha dejado el paro en la enseñanza presencial por la pandemia, cuando el único contacto que tenía el alumnado con el entorno académico durante dos largos años se daba a través de Whatsapp y la escasa red que había (y que hay).
Tengo tantas cosas que contar y tan poco espacio para escribir, que solamente añadiré que cada sonrisa que se reflejaba en la cara de cada persona que conocí, cada palabra de agradecimiento y cada abrazo seguido de un “te echaré de menos” han hecho que mi corazón se expanda lo suficiente para cruzar un océano.
¡Viva Pueblo Libre y su gente!

 

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