¿Y si nos aproximáramos al voluntariado desde la mirada de la psicología? ¿Qué podría revelarnos? ¿Nos daría alguna clave? ¿Nos parece una aproximación completa o parcial? ¿Sería una explicación suficiente para entenderlo, para dar razón a este modo, radical, de participar en la construcción de una ciudadanía global? Seguramente, al igual que si nos centramos sólo en cualquier otra de las aproximaciones o motivaciones, se nos quede “coja”. Es interesantísimo ir cuestionándonos con todas ellas en uno u otro momento, y te invitamos en esta ocasión a acercarte a ésta… ¡Aquí va!
Hay una infinidad de posibles aportaciones que las diferentes escuelas psicológicas podrían hacer al voluntariado en sus múltiples dimensiones. Por la incumbencia y objetivo de este artículo, he decidido más que fijar aportaciones concretas, trabajar en un concepto que es transversal a la mayoría de las escuelas vigentes y teorías psicológicas sobre el ser humano. Estos dos conceptos, aunque en realidad hablamos de un continuum entre dos polos, son los de disociación/concienciación.
También veo necesario aclarar dos cosas:
- Todos estos conceptos son bastante complejos y para poder entender del todo este artículo puede ser recomendable visitar alguna de las referencias que voy adhiriendo a los párrafos.
- Cuando hablo de estos procesos como típicos o presentes en el “ser humano”, excluyo casos que se salen de la normalidad estadística o clínica. De forma que, si se dice que el ser humano por lo general vive el sufrimiento ajeno con negatividad, se excluyen personas que carecen por ejemplo de la capacidad empática para ello. También cuando se habla de la disociación y sus límites, por supuesto existen casos que los exceden, como ocurre en muchos trastornos del ámbito psicótico.
Disociación
En psicología, cuando hablamos de disociación nos referimos a aquel proceso por el cual mediante diferentes mecanismos mentales se mantiene cierta información fuera de la consciencia. Estos mecanismos se han llamado de muchas formas, son de origen freudiano. Algunas reformulaciones y ampliaciones de la teoría original muy útiles son la de Anna Freud (El Yo y los Mecanismos de Defensa, 1980), Melanie Klein (The Psycho Analysis of Childen, 1932; Envy and Gratitude & Other Works, 1957) y Alfred Adler (Understanding Human Nature: The Psychology of Personality, 1923).
Nuestra consciencia es aquello que experimentamos y de lo que podemos dar cuenta, a grandes rasgos. Hay tres grandes tendencias que nos interesan para este tema.
- La mente vive como aversiva la contradicción de rasgos o atributos respecto a un objeto.
- La mente vive como aversiva la ambigüedad (incapacidad para categorizar, discriminar, clasificar y asignar rasgos a un objeto de forma relativamente fija y estable).
- No todos los “elementos” en nuestra mente reaccionan de la misma forma a la contradicción y a la ambigüedad. Aquellos elementos que más cercanos están a la descripción que tenemos de nosotros mismos son mucho más rígidos e impermeables a los datos que nos van llegando del mundo. La mente vive como mayor amenaza cualquier atisbo consciente de contradicción o ambigüedad en este área que en otras más alejadas del Yo.
Como no podemos dejar de percibir algo que ya hemos percibido, la mente tienen herramientas para preservar estas grandes tendencias. Por lo tanto, la disociación es la utilización de mecanismos que distorsionan o aíslan del acceso a la memoria, datos de la realidad externa o interna que le resultan aversivos a nuestra consciencia. Todo esto refiere a un tema inmensamente grande que jamás puede ser explicado del todo en un artículo como este. Estos procesos son el origen en muchas ocasiones de los diferentes grados de pérdida de objetividad y alejamiento de la realidad en los que puede encontrarse una persona. Situación que en gran medida determina la severidad y la naturaleza de muchas patologías psicológicas.
La disociación en sí misma no implica un trastorno mental, de hecho es un proceso inherente a cualquier sistema con un espacio consciente. Cuando su uso excede ciertos límites, se enquista en unos pocos mecanismos y nos aleja de la realidad excesivamente, entramos en el terreno de la patología clínica.
Inequidad y sufrimiento ajeno
Si pensamos acerca del voluntariado; la inequidad y el sufrimiento ajeno son variables muy importantes. Suele haber una posición de desigualdad inicial entre el voluntario y la población a la que acude. Además el voluntario es susceptible y reacciona al sufrimiento de esta población que ocasiona esa desigualdad llevando a cabo algún tipo de acción.
Por lo general, muchas especies de primates reaccionan negativamente ante la inequidad (reparto de recursos que se percibe como injusto), algo que aumenta cuanto más complejas son sus “sociedades” (Brosnan, Talbot, Ahlgren, Lambeth y Schapiro, 2010). En cuanto al sufrimiento ajeno, también solemos presentar emociones negativas cuando lo presenciamos. Fundamentalmente emociones de distrés (porque resonamos el sufrimiento del otro) y de compasión, entendida como la preocupación empática o simpatía por el otro (Singer y Klimecki, 2014). En resumen, sabemos que percibir inequidad y sufrimiento a nuestro alrededor está fuertemente grabado en nuestro cerebro más antiguo y nos suscita una amplia gama de emociones negativas.
Cuando nos centramos en la relación entre grupos de personas con condiciones muy dispares (Norte-Sur Global, diferentes clases sociales, barrios en una misma ciudad…), muchas de nuestras acciones o inacciones (hablando desde la perspectiva de la persona que acude a la desigualdad desde el polo más privilegiado) son causantes de malestar a otro y de la inequidad en nuestras sociedades. Como no queremos asociar que seamos nosotros los causantes de malestar a otros, disociamos que estas desigualdades ocurran en nuestro alrededor o que nuestras acciones las perpetúen.
El voluntariado
El voluntariado ofrece la posibilidad de romper esta disociación. Todo este universo de expresiones tipo “acercarte a la realidad”, “sumergirte en las desigualdades para entenderlas” … al final expresa esto. La disociación por lo general tiene límites cuando los datos de realidad se hacen tan evidentes. Cuando hemos llegado a este punto el individuo se encuentra en crisis, se reconoce a sí mismo como generador de desigualdad y sufrimiento por sus acciones o la falta de estas. Los antiguos esquemas que tenía sobre sí mismo no son compatibles ya con los hechos que presencia y de los que es consciente.
El voluntariado es tan transformador (siempre dependiendo del grado de inmersión y desde donde se parta), porque ante esta crisis se produce una reconfiguración de la identidad. Una persona por lo general no puede mantenerse mucho tiempo en este estado de “Yo causo sufrimiento y desigualdad, soy un privilegiado”. Lo más frecuente es que resuelva la crisis construyendo su identidad alrededor del “Yo debo solucionar el sufrimiento y desigualdad que existe, me convierto en un activista/cooperante/ciudadano global”. Además, como hemos comentado antes, la mente no tolera la discordancia (entre lo que pienso y lo que hago, por ejemplo), por lo que esta persona dedicará parte de su energía, recursos y tiempo a acatar esa sentencia sobre la que configura esta nueva identidad.
Para intentar mantener la claridad, hablo de estos procesos como si fueran muy explícitos, aislados y secuenciales. La realidad es que aunque puede ser así, también ocurren de forma gradual y paulatina en pequeñas conversaciones o insights que tenemos con nosotros mismos.
A la hora de diseñar o participar en un voluntariado debemos tener su dimensión transformadora en cuenta. En mi opinión, es el aspecto más valioso que tiene y debería construirse siempre alrededor de ello. El voluntariado no debe estar centrado en el hacer porque para eso existe la figura del profesional, debe estar orientado al reconfigurar el ser de forma que uno sea continua causa de impactos haya donde y cuando vaya (no sólo mientras dure la experiencia de inmersión).
Referencias
Brosnan, S. F., Talbot, C., Ahlgren, M., Lambeth, S. P. and Schapiro, J. (2010) Mechanisms underlying responses to inequitable outcomes in chimpanzees, Pan troglodytes. Animal Behaviour, 79(6), pp. 1229-1237. https://doi.org/10.1016/j.anbehav.2010.02.019
Singer, T. and Klimechi, O., M. (2014) Empathy and compassion. Current Biology, 24 (8), pp. 875-878.
En la imagen de portada aparece el equipo de la delegación de Córdoba