Si algo recuerdo de mi infancia son todos los momentos vividos en el colegio. El cole era como mi segunda casa, ese lugar en el que pasaba gran parte del día, aprendiendo, compartiendo con mis compañeros y compañeras, socializando… En definitiva, creciendo.
En mi colegio había (y hay), como en todos los coles, un patio de recreo al que salíamos a mitad de la mañana. Era nuestro momento de desconectar de las clases. En aquel entonces no era tan consciente, pero era en ese espacio donde poníamos en juego todas nuestras capacidades para relacionarnos y aprendíamos a gestionar nuestras habilidades y herramientas sociales.
El patio se convertía en nuestra “escuela de socialización”, en el espacio en el que, de lunes a viernes, manejábamos y gestionábamos conflictos, practicábamos (o no) la inclusión. En definitiva (y sin saberlo) íbamos configurando nuestra forma de ser. Aquel era nuestro mundo y en él fuimos creciendo entre cromos y chapas, partidillos de baloncesto y conversaciones en corrillos sobre el suelo frío.
Nuestro patio no era perfecto. Siempre había algún niño o niña con el que nadie quería jugar; grandes zonas de las que quedabas fuera si no jugabas a fútbol y los desacuerdos no siempre se resolvían de la mejor manera.
En el Día Escolar de la No Violencia y la Paz, seguimos reivindicando y trabajando por escuelas como espacios para la infancia de protección, de inclusión, de convivencia y de paz. Espacios seguros, sanos y de entendimiento. Por lugares donde todos los niños y niñas tienen cabida.
La imagen de portada es de Cristina Caravello
